Dieudonné desde los lentes de la izquierda blanca o cómo pensar el internacionalismo domestico
Traducido por Dulce María López Vega
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[foto: Hassan Kodak/PIR]
Son escasos los grupos eternamente leales y fieles a organizaciones políticas que no sirven a sus intereses. Desde ese punto de vista que es un punto de vista materialista, las poblaciones que provienen de la inmigración y de los suburbios no tienen por qué seguir siendo fieles a la izquierda. Y tienen razón. Su error no es liberarse de la izquierda. Su error es pasar de un amo a otro. Cambiar de tutor. Su error en este caso es elegir lo fácil. Huir de los caminos de la autonomía.
Antes de empezar permítanme hacer un pequeño preámbulo en cuatro puntos:
- Quiero prevenirlos de que mi declaración no es de izquierda. Tampoco es de derecha. Pero no es extraterrestre. Es decolonial. Quiero decirles que al final de mi intervención serán ustedes quienes decidirán si es de izquierda o no o, dicho de otra manera, si la pueden hacer suya, es decir, si piensan que podría integrarse al software político de la izquierda radical.
- Les invito también a tener presente que soy una indígena de la república, lo cual es un estatus político y social; que hablo desde la experiencia histórica y social de un sujeto colonial. Esta posicionalidad introduce en el debate y en la lucha una dialéctica y conflictos paradójicos que hacen evidente otro eje de jerarquización que es la raza y la colonialidad del poder, interferido con frecuencia por la división izquierda/derecha. Esta es la interferencia que intentamos explicar mediante el concepto de “espacio/tiempo”, pero que no tengo tiempo de desarrollar aquí.
- Agrego que pertenezco a una organización política y que en su seno reflexionamos principalmente en términos de coyunturas políticas, relaciones de fuerza, de poder, de estrategia y no en términos de moral abstracta ni de principios.
- Finalmente, tengan presente esta cita de Sadri Khiari [1]: “Por ser la compañera indispensable de los indígenas, la izquierda es su primera adversaria”.
En un documental reciente de Mustapha Kessous cuyo título es Français d’origine contrôlée difundido por France 2 con motivo de los treinta años de la Marcha por la Igualdad, y que traza la trayectoria de militantes provenientes de la inmigración, una de las entrevistadas, Hanifa Taguelmint, explica: “En 1983 nos ofrendamos a Francia. Nos ofrendamos a ella. Estoy segura de que si ese día nos hubieran dicho, vamos, coman todos jamón, quizá lo hubiéramos hecho. Nos ofrendamos a Francia y ella no aceptó. No quiso. Pero nosotros estábamos totalmente listos… El lema francés era para nosotros el lema más bello del mundo. El más bello. Fue un fracaso. Un verdadero fracaso. La historia se alteró en ese momento. Le manifestamos a Francia nuestro amor; ámanos. Y regresamos a nuestras casas con la cola entre las patas. Pero pienso que, de pronto, algo pasó”. Fin de la cita.
Retomo dos ideas ineludibles de este fragmento:
- “Estábamos listos para comer puerco”: hoy esa sería una frase alucinante. Ningún musulmán, sea cual sea su práctica, se atrevería, desearía, ni siquiera pensaría en sostener ese tipo de idea. Tal proyecto de integración/asimilación se viviría como alta traición, una alienación, una grave renuncia a uno mismo, a la propia historia, a la propia herencia cultural. En treinta años el mundo cambió.
- “Manifestamos a Francia nuestro amor, ámanos”. Lo descifro: a nosotros que no somos legítimos para ti, a nosotros los moros, a los que no somos verdaderos franceses de origen, vuélvenos franceses. La marcha por la igualdad y contra el racismo, efectivamente, no fue una lucha por la igualdad de salarios, ni por el aumento del salario mínimo, ni por la jubilación. Fue una lucha de sujetos coloniales deseosos de ser tratados como ciudadanos legítimos. Tontamente fue para volverse franceses como los demás. Lo cual tenía que empezar necesariamente acabando con las violencias y crímenes de la policía. ¡No somos carne de cañón de la tira!, decían. Pero no lo lograron, porque en lugar de una verdadera ciudadanía obtuvieron el derecho a ser inmigrantes por más tiempo. Obtuvieron el permiso de residencia de 10 años. Algo que no era su reivindicación. La verdadera reivindicación era “ser amados”. Y debo decirles que ese sigue siendo su deseo. Sepan que lo lamento. Y esto es algo que no entiende la izquierda de izquierda que desconfía de todo lo que no entra en el marco de las relaciones socioeconómicas. En cambio, Alain Soral[2] sí lo entendió. Y a su manera, pues lo que propone a los descendientes de la inmigración poscolonial es convertirse en los verdaderos franceses que sueñan ser. Y a una parte no despreciable de esa juventud le mueve eso. Claro, Soral pone condiciones: la defensa de la bandera y de la nación, un islam patriota y viril; de esta manera responde a una necesidad social central. Y agrego que es la mejor propuesta que el campo político blanco[3] les hace. No es que yo esté a favor de esto. Pero hay que reconocer que no se les hace ninguna otra propuesta desde el campo político blanco. Además, Soral la propone después de sus no muy gloriosos treinta años de izquierda institucional primero y radical después.
Entonces ¿qué fue lo que pasó entre la generación de inmigrantes potencialmente comedores de puerco, pero anclados en la izquierda y los inmigrantes no comedores de puerco que se voltean a la derecha? Acabamos de festejar el trigésimo aniversario de la marcha por la igualdad y contra el racismo. Pero no hubo fiesta. Los medios autónomos de la inmigración se perdieron esa conmemoración. Debimos festejar ese aniversario en gran pompa porque con él se celebraba la irrupción de la inmigración en el campo político blanco, el inicio de la existencia política de los franceses poscoloniales y los primeros golpes duros contra la república blanca e inmaculada.
Ciertos círculos de la inmigración lo intentaron. Sin mayor ruido. El Partido Socialista lo intentó, surfeando sobre el caso de Taubira del otoño pasado[4]. Pero el antirracismo moral estilo SOS racisme, tan manido, agoniza. En efecto, presenciamos desde hace treinta años la derechización de la vida política francesa. La consecuencia es que la mayor parte de los representantes oficiales del antirracismo siguen ese camino y que la mayoría han militado a favor de la ley racista “contra los símbolos religiosos en la escuela”.
Así que el aniversario legítimo no se llevó a cabo. El aniversario arrogado tampoco. Pero eso sí, se soplaron las velitas. ¿Quién lo hizo? ¡Dieudonné y Farida Belghoul! Treinta años después de la entrada espectacular de los indígenas en la escena política francesa en compañía de sus amigos de izquierda, aquí estamos de vuelta. Nueva aparición en la arena política. Espectacular, estruendosa como siempre. Pero esta vez con “nuestros amigos” no de izquierda, no solo de derecha, sino de extrema derecha. Eso sí que es una mentada. Un gran “al carajo” a la izquierda. O si quieren, una señal obscena. Este movimiento pendular hacia la derecha es, contra toda apariencia, un movimiento de liberación. Nos liberamos de un abrazo que nos ha sofocado, que incluso nos ha abatido. Son escasos los grupos eternamente leales y fieles a organizaciones políticas que no sirven a sus intereses. Desde ese punto de vista que es un punto de vista materialista, las poblaciones que provienen de la inmigración y de los suburbios no tienen por qué seguir siendo fieles a la izquierda. Y tienen razón. Su error no es liberarse de la izquierda. Su error es pasar de un amo a otro. Cambiar de tutor. Su error en este caso es elegir lo fácil. Huir de los caminos de la autonomía. Por supuesto, nosotros en el PIR, sabemos que es inmoral y suicida confundir a la izquierda con la derecha, sobre todo confundir izquierda radical y extrema derecha. Sabemos que unos han organizado y volverán a organizar razzias contra los negros y los árabes, saquearán mezquitas, profanarán cementerios y defenderán las supremacía blanca. Y no olvidamos que a pesar de su paternalismo, su islamofobia, su eurocentrismo y, en una palabra, su pertenencia al campo político blanco, la izquierda radical se proyecta en proyectos de emancipación y que siempre ha estado del lado de los indocumentados y del lado de las luchas de la inmigración frente al imperialismo. Y por lo tanto, como decía en mi preámbulo: “Por ser la compañera indispensable de los indígenas, la izquierda es su primera adversaria”. Nada más que el PIR es el PIR, y los indígenas sociales, son los indígenas sociales. En general no están organizados porque los abandonaron y, para ser exactos, porque se les excluyó, por un lado, del campo político blanco y, por otro, se les ha impedido autorganizarse.
- Por parte de la izquierda institucional hubo: el giro liberal del Partido Socialista en 1981; la aparición de ideas pusilánimes, del humanismo abstracto, del antirracismo moral que encarna SOS racisme, que remplazaron las ideologías frontales e irreductibles; el ascenso del partido de extrema derecha Front National; la primera y segunda guerra del Golfo; los casos sobre el velo seguidos de las leyes que ratificaron el racismo de Estado islamófobo; la impunidad policiaca. Hubo una destrucción de los movimientos autónomos y la recuperación sistemática de las elites de la inmigración. El control de las mezquitas por parte del Estado. La ley del 23 de febrero de 2005 que reconoce la obra positiva de Francia en sus colonias. El apoyo descarado a Israel. La continuación de la Franciáfrica.
- Del lado del izquierda radical hubo: una connivencia y complicidad de parte de esa extrema izquierda con el antirracismo moral, una hostilidad hacia los movimientos autónomos de la inmigración, una connivencia y complicidad activa con la islamofobia, el concentrarse en el fascismo en detrimento del racismo estructural y la crítica a la supremacía blanca que atraviesa a la izquierda radical, la centralidad de la Shoah en detrimento de la historia colonial y la esclavitud, el clientelismo en los suburbios (especialmente en donde gobierna el Partido Comunista), el antisionismo blanco, es decir un antisionismo que se solidariza con los movimientos de resistencia que se le parecen (el Frente Popular para la Liberación de Palestina, por ejemplo) y que desprecia a los resistentes que no se le parecen (Hamas durante los ataques contra Gaza).
- Del lado de la inmigración y los suburbios: los motines de Vaulx-en-Velin a fines de los años ochenta, los de 2005, las discriminaciones raciales sistemáticas, un proceso continuo de pauperización y precarización de los suburbios (con una tasa de desempleo 4 o 5 veces más alta), los flagelos de la droga y del sida que diezmaron a miles de hijos de inmigrantes y traumatizaron a miles de familias, la continuación de los crímenes policiacos, la sistematización de las revisiones motivadas por la apariencia étnica, una violencia islamófoba increíble a partir del 11 de septiembre, campañas ideológicas de una violencia inaudita que acusan a los indígenas de antisemitismo, de sexismo, de homofobia, de producir la inseguridad y mancillar la identidad nacional.
Ante la incapacidad de la izquierda institucional y de la izquierda radical de tomar en cuenta las reivindicaciones de los suburbios, ante el sabotaje institucional contra la organización política de esos mismos barrios, una parte no despreciable de los descendientes de inmigrantes hallaron refugio en un primer momento con Tariq Ramadan, quien proponía una alternativa al fracaso de la integración republicana. En esencia decía: “ustedes son plenamente franceses, pero no tienen que renunciar a sí mismos. Luchen por sus derechos como franceses, pero defiendan implacablemente su dignidad que no está en venta”. No traeré a cuento el molesto y doloroso recuerdo, de fuertes consecuencias, de la acogida que tuvo por parte de la izquierda y en especial de la extrema izquierda cuando buscó en vano acercarse al foro social europeo. Le declararon una guerra sin tregua. Salvo raras excepciones, pocos de la izquierda de la izquierda se tomaron la molestia de defenderlo y en especial de comprender el potencial político que representaba. Me atrevería a decir que esa izquierda ni siquiera supo ser oportunista. Dicho de otra manera, no supo ser política. Porque para pretender combatir a Tariq Ramadan, al menos se requiere una alternativa a Tariq Ramadan. ¿Qué proponían a cambio quienes lo satanizaban? Nada. O más bien sí: había dos tipos de propuesta: “lo importante es la lucha de clases” o “hay que confiar en los valores de la República”. Sin comentarios. Y como no había alternativa a Tariq Ramadan, de alguna manera fue Dieudonné quien tomó su lugar. En la actualidad, si consideramos estrictamente la propuesta política que encarnan Dieudonné y Soral, es la que más corresponde al malestar existencial y político de las segunda y tercera generaciones: el reconocimiento de una ciudadanía plena y total en el marco del Estado Nación, el respeto de la personalidad musulmana con los límites y las condiciones planteadas por Soral, la designación de un enemigo, el judío en tanto judío y el judío en tanto sionista; encarnación del imperialismo y privilegiado al mismo tiempo. El que ocupa un lugar privilegiado en el corazón de los blancos, lugar que muchos indígenas impugnan. Porque sueñan con volverse los preferidos del príncipe, pero sin cuestionar la legitimidad de tal príncipe, es decir del blanco. Lo que pensamos en el PIR es que: “La ideología espontánea de los indígenas es el integracionismo”. Finalmente, si Soral funciona es porque rehabilita la virilidad arabo-musulmana deteriorada por el colonialismo y el racismo —no recordaré aquí otro episodio, él del grupo Ni Putes ni Soumises (NPNS) o las Femen. No olvidemos que quienes hoy tienen 25 años y que forman el grueso de los batallones de la pareja Dieudonné/Soral tenían entre 13 y 15 años el 11 de septiembre, en el momento de la histeria colectiva contra el velo y Tariq Ramadan, de la aparición de Ni Putes Ni Soumises, de los motines de 2005 y de la segunda guerra del Golfo. Evidentemente, todo eso deja huellas.
¿Tendríamos que censurar a esa juventud? ¿Son fascistas? Mi respuesta es ¡no! ¡No! Porque las razones de esas deserciones son estructurales. Si no existe en este país un semillero importante de militantes políticos provenientes de la inmigración, curtidos, formados, es porque los espacios no existen o son demasiado precarios para asegurar la transmisión de la memoria, acumular saber y capitalizarlo. Las luchas semejan la condición de los inmigrantes: disparatadas, precarias y sin dirección política. No los culpo. Culpo a quienes nos han excluido de su organización en nombre de la unidad de clase y culpo a quienes han impedido activamente la organización autónoma de los inmigrantes. Finalmente culpo —pero en buen plan— a los militantes de la inmigración por no haber sabido organizar su unidad.
Sin embargo, es cierto que nuestros recursos son escasos. No estoy segura de que haya que espantarse ante este movimiento pendular que parece llevarse una parte no despreciable de las poblaciones poscoloniales de la izquierda a la derecha, incluso a la extrema derecha. No digo que no sea preocupante. Lo que digo es que hay que detenerse y reflexionar. Digo también que es incluso quizá una intervención divina para impulsar una reflexión colectiva. Me atrevo a agregar, dotada de la experiencia vivida en términos de encuentros fallidos, que la política la hacemos ahora o nunca, pues este es uno de los momentos de la verdad. Y eso es lo que tratamos de hacer, nosotros los del PIR, en medio de la incomprensión general. Les doy un ejemplo:
Cuando Manuel Valls atacó a Dieudonné y que el asunto tuvo el alcance que todos saben, en el PIR nos quedamos entre los fuegos cruzados de dos grupos:
- Muchos indígenas, negros y musulmanes, que exigían que expresáramos públicamente nuestro apoyo a Dieudonné.
- Nuestros aliados blancos que exigían que lo condenáramos totalmente.
La cuestión es que nosotros no somos integracionistas. Y la integración mediante el antisemitismo nos produce tanto rechazo como la integración mediante el universalismo blanco o el nacional-chauvinismo. Nos causa horror todo lo que nos integra o más bien busca integrarnos a la blanquitud. Y el antisemitismo es un producto puramente europeo y occidental. En tanto decoloniales, era obvio que no podíamos apoyar a Dieudonné. Sin embargo, no podíamos condenar a Dieudonné a la manera blanca de izquierda. Pues hay un aspecto que escapa a esa izquierda y que no escapa a ningún indígena con un mínimo de dignidad. Es lo que ya había yo recordado en una entrevista que me hicieron en 2012:[5] “Para mí, Dieudonné no es Soral, pues Dieudonné es un indígena social. No puedo tratarlo como trato a Soral. Estoy totalmente en contra de sus elecciones políticas: con el hecho de que se haya dejado seducir por las tesis nacionalistas de Soral y que desconozca totalmente lo relacionado con Palestina, el sionismo; con el hecho de que se haya aliado a la extrema derecha. Sin embargo, mis sentimientos son ambiguos. Primero, empezaré diciendo que me gusta Dieudonné: me gusta como le gusta a los indígenas; entiendo porqué les gusta a los indígenas. Me gusta porque hizo algo importante en términos de dignidad, de orgullo indígena, de orgullo negro: se niega a ser un negro doméstico. Aun cuando no tenga el software correcto en la cabeza, su actitud es de resistencia”. Y agrego, que mucho antes que la cualidad de sus aliados, lo que los indígenas ven es eso. Un hombre de pie. Nos obligaron mucho a decir “sí, bwana; sí, bwana”. [6] Cuando Dieudonné se yergue, cura una herida identitaria. La que produce el racismo y que merma la personalidad indígena. Quien entienda lo que Black is beautiful significa seguramente entenderá este aspecto, lo subrayo, este aspecto de Dieudonné.
Porque rechazamos la integración mediante la extrema derecha, pero porque nos identificamos con la postura digna que representa Dieudonné, no podemos ceder a las presiones indígenas, pero tampoco a las presiones blancas. Por supuesto, exploramos una tercera vía que explicitara este análisis. Para los blancos, lo importante era afirmar que Dieudonné es un fascista. Para nosotros, lo importante es decir que Dieudonné es producto del campo político blanco, especialmente del de la izquierda, y de sus renuncias. Y por eso nos boicotearon. Mi objetivo aquí no es lamentarme. Más bien quiero subrayar, que si nos boicoteó la izquierda, nos boicoteó también y sobre todo, me atrevo a decirlo, la extrema derecha. Los amigos fascistas de Dieudonné y Soral entendieron que nosotros no somos sus amigos. Solo podemos lamentar que la izquierda radical no se dé cuenta de esto. En cambio, logramos hacer simbólicamente lo que todo movimiento de la inmigración debe hacer: reunir a la opinión indígena. Y efectivamente, respondimos a lo que esperaba la mayoría de los nuestros, incluso los más dieudonnistas, porque —permítanme la expresión— no nos rajamos. Dicho de otra manera, nos afirmamos, para parafrasear a Césaire, como indígenas fundamentales. Lo cual prueba que los indígenas de Francia no son de derecha o de extrema derecha. Lo único que necesitan es un proyecto político.
Llegando a este punto, me gustaría simplemente decir que tenemos, ustedes y nosotros, tareas respectivas: nosotros, los del PIR o cualquier otra organización de inmigración y suburbios, tenemos que organizar a los indígenas en la autonomía. Y ustedes, desarrollar lo que Sadri Khiari llama un “internacionalismo doméstico”. Comprender que una fracción del imperio colonial está actualmente en el corazón de Francia, que la fractura colonial/racial es una división estructural interna de la metrópoli y que lo que toca no es la solidaridad con los inmigrantes y sus hijos, sino la construcción de alianzas que respeten nuestras autonomías respectivas. Tienen que pensarnos como aliados. No como una población a la que hay que salvar, sino como un grupo que participa en la emancipación colectiva y, por lo tanto, en la emancipación de los blancos. Pero para esto, deben aceptarnos tal como somos: un grupo racial y socialmente dominado. Que no necesariamente tiene claridad en muchas cuestiones: no tiene claridad sobre el capitalismo, no tiene claridad sobre la lucha de clases, no tiene claridad sobre las mujeres, no tiene claridad sobre los homosexuales, no tiene claridad sobre los judíos. Como a todo grupo, nos atraviesan múltiples contradicciones. Que se deben resolver de manera dialéctica en el seno de grandes colectividades que hayan definido un enemigo principal común y que respeten los espacios/tiempos de cada uno. Se entiende que el proyecto que nos reúne debe ser un proyecto de justicia radical para todos. Un proyecto generoso. Un proyecto de emancipación. ¡Y para eso, habrá que aceptar necesariamente ensuciarse las manos como nos invita a hacerlo C.L.R. James!: [7]
“Los movimientos que buscan ‘sacar a los judíos de Harlem o del barrio sur’ tienen una base de clase sólida. Constituyen las reacciones del negro revanchista que busca una seguridad económica y algunos remedios para su orgullo de raza humillada. El que esos sentimientos puedan ser explotados por idiotas fanáticos, negros antisemitas o negros especuladores, no cambia que su base sea fundamentalmente progresiva. Este aspecto progresivo no debe confundirse por ningún motivo con la insatisfacción de la pequeña burguesía blanca desmoralizada que busca un refugio en el fascismo. La reacción norteamericana puede financiar y financiará probablemente o alentará algunos de esos movimientos (Bilbo y Back to Africa) afín de alimentar el perjuicio. Pero la composición social de los negros es de proletarios, semiproletarios y campesinos. El rumbo general de la historia norteamericana es tal que todo movimiento fascista de alcance nacional (por muy disfrazado que esté) estará obligado a atacar la lucha de los negros por la igualdad”.
/coloquio Pensar la emancipación, plenaria de clausura, Nanterre, 22 de febrero del 2014.