Úrsula Santa Cruz Castillo

Con el manifiesto “Violencias en la industria de la intervención social” escrito a raíz de mi salida de la Empresa Surt, mi intención es evidenciar sus prácticas que ponen en cuestión no sólo lo que proclaman trabajar sino también la complicidad y funcionalidad del sistema colonial racista patriarcal capitalista.

Ajena por completo a su funcionamiento y dinámicas internas entré a formar parte de esta organización denominada feminista, que sin embargo actúa como una empresa cualquiera, que no llamaría la atención si no se autodefiniera de esta manera.

En el manifiesto enfatizo en los siguientes aspectos:

La gestión vertical, a través de la cual quienes la dirigen mantienen el “orden patriarcal” interno y las trabajadoras pueden hablar en tanto no incomoden, no cuestionen, reclamen lo justo y acepten imposiciones como por ejemplo, trabajar más horas de las debidas, pues está en juego el puesto de trabajo, con lo cual la empresa echa por tierra sus discursos de la conciliación, de los cuidados, contra las violencias etcétera. Ello da lugar al hablar bajito, a rumiar, a cuerpos con malestares, a desarrollar prácticas de cuidado, de negociaciones internas entre trabajadoras, al margen de las personas que dirigen la empresa.

Su accionar tipo “multinacional “con la que pretende -a cómo de lugar-expandir sus modelos de intervención a la gestión de servicios públicos que se propone ganar mediante licitaciones.

Las mujeres inmigrantes como usuarias de sus servicios, cuya inserción laboral se ubica en sectores precarizados, racializados, reproductores y perpetuadores de las lógicas colonialistas, capitalistas de la división global del trabajo, sin cuestionamiento político de las causas estructurales; estableciendo incluso colaboraciones para la inserción laboral en empresas que esclavizan niñxs y mujeres en países periferializados.

Desde ese doble discurso feminista blanco e intercultural, la presencia de mujeres inmigrantes profesionales es inversa y abismalmente proporcional al de las mujeres inmigrantes usuarias. Estas últimas- sus historias, capacidades, subjetividades- son leídas, interpretadas, constreñidas y “empoderadas” desde marcos eurocéntricos de intervención.

Situada en el lugar de la disidencia, de la crítica, del compromiso activo y desde mi feminismo encarnado es que alzo mi voz disonante y libero de mi cuerpo el malestar producido por el episodio de violencia vivida.

Manifiesto

Hace aproximadamente un mes viví una situación de violencia por parte de la empresa donde trabajaba, la “Fundación SURT”. He pensado mucho, antes de escribir este texto acerca de la necesidad y pertinencia de hacerlo y darlo a conocer. Después de todo, como dicen muchas excompañeras de la fundación “pasa en todos lados“ y entonces desde esa lectura también podríamos decir que como muchos de los problemas e injusticias que vivimos día a día pasan en todas partes, pues para qué vamos a hablar si ya está normalizado.

No lo creo así, ni es mi forma de proceder ni estar en este mundo y como solemos decir las feministas “lo personal es político” ¿por qué tendría que quedarme callada y hacer como si nada hubiese pasado como viene ocurriendo desde hace muchos años con profesionales que han salido de esta Fundación  siendo objeto de maltratos. Es vox populi en el ámbito de la intervención social en Barcelona y  es conocida también por personas que trabajan en la administración pública, las malas prácticas de las directivas de esta empresa.

Una fundación que seguramente empezó y trabajó con buenas intenciones pero que con el devenir de los años se ha convertido en parte de la “Industria de la intervención social” una especie de multinacional que se presenta a todas las licitaciones que puede con el objetivo de “implantar sus modelos de intervención” al que llaman empoderamiento e incursionar en todos los temas porque creen que todo lo saben y todo lo pueden. Abaratando costes y recargando el trabajo a sus empleadas.

Las razones de mi salida- no renovación- se debió supuestamente a que “el servicio de violencia no crecía y que no había dinero para pagarme, para mantener una estructura orgánica” argumentos insostenibles pues habían ganado una licitación que elaboré un fin de semana y que me dijeron serviría para dar continuidad al equipo. Desde los días posteriores a mi salida han iniciado el proceso de contratación de más personas, para trabajar en estructuras orgánicas como las denominan.

La comunicación de esta decisión fue violenta e inesperada, fui la única persona a la que no renovaron. Este hecho, a la vez de ser en sí mismo violento y doloroso por la forma y las mentiras argumentadas- aunque intenten minimizar y relativizar como es su práctica, al igual que el maltratador- me lleva a la conclusión, en concordancia con lo que me dijeron excompañeras desde que entré a trabajar que está prohibido cuestionar, reclamar, quien lo hace queda fuera. Argumentar mi trabajo, poner en cuestión la verticalidad de determinadas prácticas como disponer del tiempo libre de sus trabajadoras, poner en cuestión un modelo de intervención en violencia pensado e implantado desde arriba, un modelo que no toma en cuenta la heterogeneidad y distintas realidades de las mujeres.

El texto que escribo lo hago en un acto de fidelidad conmigo misma, como un acto de libertad como dice Silvia Rivera Cusicanqui, en coherencia con mis convicciones y compromiso político. Llevo muchos años trabajando en el ámbito de las violencias y lo que he escuchado y visto en la mencionada Fundación no es sino una violencia patriarcal ejercida contra sus trabajadoras, paradójicamente uno de los temas contra los que dicen luchar.

Violencia que hace que me inquiete, que las trabajadoras hablen bajito sobre lo que les sucede y callando cuando tienen oportunidad de hacerlo, de evidenciarlo, cuidando de no perturbar “ el orden patriarcal” , esos silencios en que todas saben que pasa algo pero nadie dice nada, como los “secretos familiares”. Esto me produce desconcierto y cuestionamiento ¿qué precio están dispuestas a pagar por mantener un trabajo? Por qué cuesta hablar con voz propia ¿acaso será porque creen que las demás compañeras no las secundarán? O ¿tienen tan normalizado ese maltrato, que no es para tanto?

Y aquí me surge otra interrogante en relación a los “empoderamientos que dicen lograr con sus usuarias-beneficiarias, mujeres en riesgo de exclusión y muchísimas mujeres inmigrantes. Por un lado pregunto ¿qué es empoderamiento-palabra tan manoseada y vaciada de contenido?- ¿Puede empoderar o ayudar a empoderar quienes tienen dificultad para hacer escuchar su voz donde tienen que hacerlo? Y a las mujeres inmigrantes que intentan recolocar del trabajo sexual a otros ámbitos laborales-discutibles y poco éticos como Inditex- ¿Acaso estas mujeres y otras más no tendrían mucho que enseñarles, mujeres que han desarrollado capacidades de resistencia, de lucha, de valentía, de buscarse la vida y poner el cuerpo cada día en medios hostiles y racistas? ¿Quién empodera a quién? ¿Quién hace la narración de quién? ¿Bajo qué criterios y perspectivas son vistas y leídas las historias de las mujeres inmigrantes? ¿Desde su mirada blanca genérica? O ¿sus discursos de interculturalidad repetidos sin ningún debate ni análisis? Una interculturalidad en tanto las “diversas” sean las “usuarias-beneficiarias” pero escasa apuesta institucional de contar con profesionales de otros orígenes.

Por otro lado, las directivas de la fundación van “dando cátedra” sobre temas como conciliación de la vida laboral, usos del tiempo, violencia etc. ocupando espacios de representatividad donde sus voces son a menudo legitimadas social y políticamente. Mujeres que forman parte de esa élite de “directivas” blancas con poder en el ámbito de la intervención social.

Seguramente lo que digo incomoda, es más fácil y aceptable quedarse dentro de lo políticamente correcto y callar como me sugirieron excompañeras, no decir nada ya que se me pueden cerrar las puertas por el poder que estas personas tienen. Es cierto que son conocidas y re-conocidas (por el trabajo que realizan sus profesionales) pero como dije al inicio hay mucha gente que conoce este otro lado de la Fundación.
Muchas de las cosas que he escrito en este texto, lo he comunicado previamente a las  personas que trabajan en la fundación en una carta de despedida. La misma que fue respondida por varias excompañeras compartiéndome sus malestares y violencia vivida-utilizando este término-“felicitándome“por la valentía y suscribiendo mis palabras. Como les manifesté, puse en palabras lo que ocurre, ni me creo una heroína, ni nada, solo intento actuar en consecuencia.

Lo perverso de todo esto es que en lugar de hacer autocrítica y reconocer sus errores y prácticas, desvían la responsabilidad y el problema a quien  cuestiona, reclama, se rebela o intenta denunciar, y no mirarse desde el lado de quien detenta el poder, es decir  ellas mismas. El relato construido es que “la culpa siempre será tuya-la trabajadora”.

En esa construcción de imaginarios que una se hace, SURT era una entidad feminista. Falso. Que sus trabajadoras sean feministas no hace a la entidad feminista, que se tenga un discurso feminista no la hace feminista, que se ocupe espacios de representación y sus voces sean audibles no las hace feministas. Perverso que una entidad que tiene como discurso trabajar por/para las mujeres, dirigida por mujeres y un personal compuesto mayoritariamente por mujeres actúe como cualquier empresa capitalista, productivista y racista.

Y esto que comparto no es un problema exclusivamente de esta entidad y de sus trabajadoras, lamentablemente es una realidad que está allí. Y sí, pasa en todas partes y en todo tipo de empresas, de acuerdo. Pero estamos hablando de un sector que trabaja con personas y no sé en qué medida las distintas administraciones pueden ser cómplices de esto, haciendo de la vista gorda, otorgando licitaciones a entidades como SURT en las que muchas veces lo que cuenta es la parte económica- a la baja por supuesto- como un pez que se muerde la cola y cosificando a sus trabajadoras.

Estaría bien que además de tanta perspectiva de género que demandan en los proyectos, exigieran y valoraran buenas prácticas internas, especialmente a aquellas entidades-empresas que se autodenominan F E M I N I S T A S, que creen que el feminismo o el “empoderamiento “se implanta, se importa cual programa de “evangelización” o de “salvación” de las mujeres.

Y aunque ocurra en este ámbito y en otros y todo esto sea el reflejo de los tiempos que corren, ¿por qué no comenzar transformando individual y colectivamente lo más cercano? La revolución no se hace sólo en la calle, la revolución se hace desde los espacios más locales y para eso hay que dejar el miedo de lado.

Barcelona, 17 de enero de 2017

Úrsula Santa Cruz Castillo, nacida en Perú. Psicóloga comunitaria. Feminista antirracista en proceso de descolonización. Le interesa la recuperación de genealogías e historias silenciadas, reinterpretarlas y narrarlas. Trabaja en la deconstrucción del marco teórico de las violencias contra las mujeres inmigrantes centrada en el género. Forma parte del colectivo t.i.c.t.a.c. – Taller de Intervenciones Críticas Transfeministas Antirracistas Combativas.

Comunicado del grupo activista transfeminista antirracista de Barcelona

Lxs que suscriben, grupo activista transfeminista antirracista con sede en Barcelona, manifestamos nuestro apoyo a la compañera Úrsula Santa Cruz. La fundación SURT, como tantas otras instituciones en el Reino de España, usufructúa de las violencias de género, raza y clase padecidas por las mujeres migrantes, usándonos como objeto de estudio, mercancía e intercambio para llevar adelante sus prácticas de feminismo blanco eurocéntrico. Conocemos estos hechos a través de varias compañeras que han trabajado y/o trabajan en ese espacio y relatan las prácticas verticales que se viven día a día.

Agradecemos a Úrsula el poner voz al malestar y hacerlo público.

SI TOCAN A UNA NOS TOCAN A TODAS!
NO A LA VIOLENCIA LABORAL RACISTA INSTITUCIONAL!

Lucía Egaña
María Teresa Cocciarini
Tjasa Kancler
Lucrecia Masson
Beatriz Cantero Riveros
Salma Amziam
Paola Contreras Hernández
Florencia Brizuela González
Diana Marín
Ainhoa Nadia Douhaibi
Marcela Mezzatesta
Daniela Ortiz
Maritza Buitrago
Karla Pinto Lopes
Ma. Alejandra Ferradas
Daniela Xaiet
Ana Gómez
América Sáez
Natali Vania
Katu Huidobro
Sabrina Sánchez
Linda Porn
Miriam Camara

ADHESIONES
colectivas

Nomadas Insumisas de las excolonias
Trenza
Les Atakàs
APROSEX
Casa Iberoamericana de la Mujer
Asociación Qàtary Perú
As Candongas do Quirombo
Rebeldes sin Sombra
ADIS
Associació per la igualtat i la Recerca
Espacio del Inmigrante
Associació d’amics de RTV Clot i Camp de l’Arpa
Centro Peruano de Barcelona

personales

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Guillermo Romero
Germán Buenaño
Jorge Varas
Florencia Acebal Alarcón
Dora Arana Jaimes
Marta Mas
Dennis Perinango
Maite Marin
Silvia Carrizo
Ysabel Guzmán
Amaia Arketa
Emilia Matilla
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Blanca Almendariz
Miriam Benhsain
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Montse Martinez
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Mariana Huidobro
Cynthia Zurita
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Carolina Astudillo
Lucía Solavagione
Carolina Romeu
Carmen Pérez
Enrique Góngora
Lola Badenes
Judith Robinia
Salomé Carvajal
Lupe García
Miriam Vega
Brigitte Vasallo
Víctor Pool
Yuderkys Espinosa
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Bombo N’dir
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Elena Sala
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