Pauline Ezkerra
 

En el mundo, lxs trabajadorxs del sexo se han organizado (en colectivo o solxs) y han participado en luchas a lo largo de la historia de la humanidad. Tuvimos a Theroingne de Maricourt (Anne Josephe) durante la revolución francesa, a las Hetairas en la Antigüedad, algunas que participaron en Estados Unidos en el inicio del movimiento de las sufragistas, otras en el Sur de Argentina se negaron a atender a unos soldados que habían asesinado a los paisanos de las mismas. Podría pasar todo este articulo enumerando miles de hechos que demuestran la participacion de lxs trabajadorxs del sexo en acciones políticas – mostrando el compromiso desde este colectivo a pesar de que la sociedad siempre se encargó de negar sus derechos. Además, con la expansión del feminismo abolicionista estamos llegando a la preocupante frontera de la negación de capacidad de tomar decisiones; la negación de los derechos de lxs trabajadorxs sexuales, de ser reconocidxs  como trabajadorxs, como actorxs relevantes, como ciudadanxs. Según el feminismo abolicionista, estamos enajenadxs, o no sabemos lo que decimos, o estamos coaccionadas por la pobreza. Vaya sorpresa que una persona pobre se deje explotar y sea coaccionada a trabajar por dinero, o no?

Para situarnos, vivimos en la ciudad de Barcelona, donde estamos militando y luchando, desde hace décadas. En Barcelona, en la CNT, ya existió un grupo de trabajadorxs sexuales que fueron reconocidxs como compañerxs de lucha y trabajadorxs – a pesar de que luego nos negaron la participación. Justo por el feminismo abolicionista que avanza sin explicación alguna, con la incoherencia de que avance un movimiento dentro del feminismo que niegue derechos, capacidades, y lo más extraño, que se niegue a dar la palabra a lxs actorxs de dicha lucha. A nosotrxs lxs trabajadorxs del sexo.

Necesitamos ser reconocidxs como trabajadorxs porque necesitamos acceso a alquileres sociales, acceso a la salud, garantizar que el Estado no nos va a quitar a nuestrxs hijxs por nuestro trabajo y necesitamos también acceso al paro. Poder proyectarnos también en otro tipo de trabajos. Son derechos básicos que tiene cualquier persona que trabaja. Nosotrxs trabajamos, aportamos a esta sociedad sin reconocimiento ni derecho alguno, y sin la ciudadanía. La sindicación tiene que ver precisamente con los derechos que debemos adquirir, una vez que se nos reconozca, en primer lugar, nuestra condición de trabajadorxs, ciudadanxs, y personas autónomas y pensantes. Nosotras venimos luchando desde hace muchos años también para que se nos reconozca como mujeres que podemos crear conjuntamente, asociarnos y debatir sobre nuestra propia realidad y, desde ahí, crear poder despatriacalizado que llamamos, poder puta y feminista.

Nosotras venimos trabajando desde el 2005 con diferentes sindicatos, y agradezco a todas las feministas, a todos los colectivos, a todos los sindicatos que han abierto sus puertas para escucharnos, debatir y reconocernos como trabajadoras y como activistas que somos.

La mayoría de las mujeres que compartimos el camino de la sindicación venimos trabajando en conjunto con diversos movimientos sociales no sólo feministas, sino también anarquistas, movimientos de okupas, maricas, transfeministas y otros sindicalistas que tienen diferentes procesos políticos que los nuestros. También hay otros trabajadorxs con conciencia de clase, que han hecho reflexiones feministas y anticapitalistas, que no solo nos reconocen como trabajadorxs, sino que también acompañan esta lucha con sus propias voces de aliadxs. Hemos entendido que la co-construcción social surge de la necesidad de crear una sociedad equitativa para mujeres, personas trans, intersex y no binarixs. Qué mejor que ir con personas que nos reconocen como trabajadorxs? Una construcción colectiva hacia ese imaginario social es un paso hacia adelante.

Este paso era necesario a nivel político, y es un aporte no solo para el proceso de reconocimiento del trabajo sexual sino también para el feminismo, para pensar una  economía feminista con conciencia real de clase, incluyendo a nuestro colectivo. La única forma que tenemos de trabajar es colectivamente y por eso entendemos que el proceso debe incluir otros sindicatos para poder interactuar, compartir nuestras vivencias como trabajadorxs sexuales (que son muchas y muy ricas), y nosotrxs aprender de las experiencias sindicales de lxs demás. De la unión de esto, hacer algo más poderoso que pueda combatir este sistema capitalismo feroz en el cual vivimos. 

El gran estigma que tenemos es que ser puta es menos que nada en esta sociedad. De hecho el mayor insulto que se le puede decir a una mujer es puta, zorra. Esto tiene que ver con el control sobre nuestros cuerpos y sexualidad. Si lo utilizamos mucho es que somos guarras, si lo utilizamos poco es que somos unas calienta polla. Siempre el control de la sexualidad que existe hacia las mujeres. Colectivamente estamos rompiendo con este sentimiento de culpa que es una construcción patriarcal sobre la sexualidad de las mujeres y personas sexo-género disidentes. 

En realidad empezamos a contarnos entre nosotrxs cuánto poder hay en nuestro trabajo y cuanto control tenemos nosotrxs sobre nuestrxs clientes – es increíble cómo se rompen estas barreras. Cuando hablo de aprender conjuntamente, me refiero a que nos nutrimos lxs unxs de lxs otrxs. Nosotrxs hemos roto el yugo del patriarcado sobre nuestros cuerpos. No ha sido fácil y a muchxs el estigma no nos permite ver esa ruptura, ya que prima la vergüenza de vivir de una profesión deshonrosa.

No quiero decir que la prostitución o el trabajo sexual sea maravilloso, porque se ejerce en una sociedad machista. Pero a pesar de ser atravesadxs y construidxs desde el patriarcado – como en el resto de realidades de la sociedad – tenemos una capacidad de resiliencia y de empoderamiento. Así podemos dar vuelta a la tortilla, por decirlo de alguna manera, y esto es lo que hemos entendido desde el movimiento de trabajadorxs sexuales, escuchándonos lxs unxs a lxs otrxs. Esto es el feminismo puta.

Por estas razones (y muchas más), es imprescindible luchar en contra de la trata, la esclavitud y la explotación en todas sus realidades existentes (y no solo en el trabajo sexual), así como reconocernos como movimiento social y como trabajadorxs de clase obrera, para luchar en contra de todos los abusos que se permiten al clandestinizar al colectivo de trabajadorxs del sexo.

En cuanto al proceso especifico en la Intersindical Alternativa de Catalunya, de la cual somos oficialmente parte como sector de trabajadoras del sexo organizadas, reconocidas y acompañadas por este sindicato, debo decir que hicimos todo un el proceso interno, y no sin conflictos, a través de las reuniones, debates y más debates. Con un compromiso mayoritario y firme de la IAC, una de las preguntas que planteamos es si desde los sindicatos se puede luchar contra la eclavitud y trata en relación a otros trabajos. La respuesta fue sí. Qué más razones lógicas que sindicarnos con la IAC que tuvo y tiene el valor de acompañarnos, informarnos y colaborar, casi siempre con un perfil bajo, porque no todas las acciones son visibilizadas, pero ahí están, allí estamos.

Tenemos que pensar estrategias conjuntas para que seamos las trabajadoras del sexo, y no la industria, las que pongamos las reglas del juego, para combatir el estigma puta que afecta a mujeres de todo el mundo, combatir la persecución y violencia hacia cualquier disidencia contra-hegemónica, y construir una sociedad más equitativa, menos hipócrita, con la verdad por delante. Un nuevo sindicalismo feminista que no solo hable de lxs trabajadoras del sexo, sino de toda la economía informal o no reconocida, de la que somos parte mayoritariamente mujeres y personas sexo-género disidentes migrantxs.

Pauline Ezkerra es representante sindical de las trabajadoras del sexo de la IAC.