Tania Adam

El senegalés Mamadou Ba (Kolda, 1970), tiene madera de líder, y lo sabe. Ya en la Universidad Cheikh Anta Diop (Dakar), fue dirigente sindical estudiantil, él y sus compañeros consiguieron la democratización de la enseñanza superior. Ahora en Lisboa, es una de las cabezas más visibles de la lucha antirracista; él y todo el movimiento disputan el poder del cuerpo negro en las esferas públicas, además luchan por la igualdad de oportunidades. A sus cincuenta años no abandona la lucha, y no lo hará hasta que la discriminación no cese. Nos encontramos en Lisboa a principios del verano pasado, en una salita del ISCTE – IUL, lugar donde se celebraba la VII Bienal de Conferencias Afroeuropeans: “Black In / Visibilities Contest”. Este encuentro era especial para él y para las personas negras de Portugal que viven una constante discriminación racial. Durante cuatro días nos reunimos periodistas, académicos, artistas y activistas de toda Europa y Brasil, para exponer e intercambiar experiencias, debatir y producir conocimientos y estrategias en el campo de la investigación transdisciplinária sobre el racismo, las culturas negras y las identidades en Europa.

La entrevista lleva casi un año en mi grabadora, en este tiempo, Joacine Katar Moreira, Beatriz Gomes Dias y Romualda Fernandes, tres mujeres negras, activistas, y de la diáspora africana, llegan a ser diputadas por diferentes partidos. Todas con un discurso centrado en combatir la discriminación y la desigualdad. En estos meses, Mamadou abandona el Bloco de Esquerda (BE), en el que militaba. Por añadidura, el mundo ha sido atravesado por el COVID-19, y ante la crisis sanitaria que ha generado, el Gobierno de Portugal decide regularizar a todos los inmigrantes que habian solicitado permiso de residencia, para garantizar los derechos de todos los ciudadanos.

Es incuestionable la aportación de Mamadou, como integrante de lucha colectiva por los derechos de los migrantes y las “minorías étnicas”, en estas pequeñas victorias. Tras la noticia de la regularización exprés por parte del Gobierno portugués, escribía en el muro de su facebook: “No hay duda de la relación de la movilización social y política del movimiento, en la evolución de la Ley de la nacionalidad. Los logros progresan, aunque sean lentos, pero avanzan. Sin embargo, este avance se ha empantanado en una mezcla de conservadurismo y cinismo político…”

Mamadou, ¿qué te trae a Lisboa? El destino de la inmigración senegalesa suele a ser Francia e incluso España, pero no Portugal.

Tengo una conexión compleja y casi umbilical con este territorio. Mi tío abuelo fue uno de los oficiales del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGCV) en la zona de Boké, una región de Guinea, que limita con Guinea Conakry y Guinea-Bissau. Mi padre, que era inmigrante de Conakry en Senegal, acabó trabajando como correo, y en ocasiones haciendo contrabando para los guerrilleros del PAIGCV. En sus vaivenes, conoció a mi madre, también hija de inmigrantes de Conakry en Senegal, país donde nací.

Mi familia está esparcida por toda África Occidental, entre Senegal, Guinea Bissau, Conakri, Sierra Leona, Liberia, Mali y Mauritania. Mis hermanos vivían en Bissau, y de pequeño acostumbraba a pasar los veranos con ellos, y ahí empecé a tener contacto con la literatura portuguesa. En secundaria estudié letras y opté por hacer portugués como lengua aplicada a la economía, no la finalicé, pero me fui a Dakar para estudiar Lengua y Cultura Portuguesa en la Universidad Cheikh Anta Diop. Cuando terminé la carrera, conseguí una beca del Instituto Camões para venir hacer el Mestrado. Llegué en 1997, y a pesar de la ayuda me vi inmerso en las exigencias familiares, tenía que contribuir económicamente y el dinero de la beca no era suficiente, así que hice un curso de traducción, pues me permitía ganar dinero con cierta rapidez. Acabé por quedarme en Lisboa. Ahora mi vida ahora está aquí, tengo dos hijos, uno que es mayor de edad y el otro es un adolescente.

¿Qué leías, literatura escrita en portugués o literatura de escritores portugueses?

Ambas. Leía muchos autores brasileños, entre ellos Jorge Amado, José Alenquer o Machado Assis; el portugués neorrealista Manuel de Oliveira, Miguel Torgas, pero también los clásicos obligatorios de la literatura portuguesa como Fernando Pessoa. El tercer año de licenciatura nos obligaron a hacer un trabajo sobre “Mensagem” de Pessoa, me generó un gran conflicto interno, porque además de ser una de las obras más densas de Pessoa, es una de las más imperialistas. Es sutil, pero la saudade imperial portuguesa y el llamamiento al quinto imperio están muy presentes. Su lectura me aturdía, sobre todo cuando la intercalaba con los escritos revolucionarios de Agostinho Neto y Amilcar Cabral, o los de intelectuales africanos blancos como el angoleño Pepetela o el mozambiqueño Mia Couto. De hecho, uno de mis trabajos en la licenciatura fue sobre “A Varanda do Frangipani” de Couto. Estos cruces literarios me generaban choques constantes.

¿La conciencia política te viene por estas lecturas o aparece más adelante, cuando te sientes atravesado por la discriminación?

Yo vengo de la escuela combativa, siempre he tenido consciencia política, en Senegal fui dirigente sindical estudiantil. Formé parte de la generación de estudiantes que encabezó el movimiento estudiantil y consiguió universalizar el acceso a las becas de estudios para la enseñanza superior.

La discriminación la empecé a vivir en mis primeros encuentros con Lisboa. Si bien vine con estatuto de estudiante privilegiado, nada más hacer el check-in en la residencia la recepcionista me quiso arrebatar la habitación individual, puesto que consideró que un novato con mi color de piel no tenía derecho a una estancia privada. A pesar de que el suceso generó tensiones con la dirección del centro, no transcendió, pues guardaron las formas como en todos los espacios académicos. Sin embargo, apenas había personas negras en la residencia y en los lugares comunes sentí mucha violencia simbólica; conversaciones racistas, comparaciones absurdas, me preguntaban si había estudiado debajo de un árbol… yo siempre conseguía responder con humor y sarcasmo. Fue al terminar la beca cuando me sobrevino una realidad antes desconocida, en aquel momento empecé a enfrentarme a la dureza de mi condición negra.

De repente me vi en la construcción y sin contrato. Como yo, la mayoría de los migrantes senegaleses trabajaban en el sector secundario y éramos explotados. En un momento dado mi jefe no quiso pagarme la mitad mi sueldo, se nos fue de las manos y acabamos zurrándonos. Este hecho se juntó con otros dos episodios de violencia racista hacia comunidad senegalesa. Buscamos ayuda en SOS Racismo. Así empezó mi contacto con el antirracismo y recuperé mi cultura militante, que no he vuelto a abandonar. A partir de ese episodio tomamos consciencia política y acabamos por crear una asociación, la única manera de enfrentar a las injusticias era juntos, organizándonos y manifestándonos.

¿Trabajaste tiempo en la construcción?

Sí, me dediqué una temporada hasta que empecé a hacer traducciones para anuncios, marcas, productos… Mientras entré en el Consejo de Administración de la Red Europea contra el Racismo y empecé a traducir sus relatorías y documentos oficiales. Estos trabajos de freelancer me permitieron dejar la construcción.

¿Cómo es posible que alguien con conocimiento intelectual potente y estudios superiores en Literatura Comparada y en Traducción, acabe trabajando en la construcción?

En aquellos tiempos había muy poca apertura laboral a la comunidad negra. Una dinámica que se conserva a día de hoy; podemos observar como en Portugal el mercado laboral es hegemónicamente monocromático. Además, durante mucho tiempo, el lugar del negro en el imaginario colectivo nacional ha sido el de trabajador forzado, es decir, de esclavo. Tampoco me ha facilitado la vida el hecho de no formar parte del antiguo espacio lusófono.

¿Quién conforma esa hegemonía monocromática?

Las élites y las clases medias. En cambio, el cuerpo negro, el trabajador y la trabajadora negra ocupan las profesiones menos cualificadas, más degradantes y menos competitivas desde el punto de vista salarial para el trabajador portugués blanco.

Una vez que formas parte de la estructura institucional antirracista, ¿qué lugar ocupas? Sobretodo teniendo en cuenta que cuando te incorporas el objeto del racismo no era quién luchaba contra él.

Antes que nada, hay que entender la particularidad de Portugal en la lucha antirracista. Durante más de 20, años SOS Racismo fue la única asociación declarada oficialmente antirracista en todo el territorio nacional. Esta es una característica única de Portugal. Otra, es que el antirracismo era controlado por la izquierda radical blanca -trotskistas y anarquistas–, al contrario que en Francia, Italia y otros países de la Europa Occidental, que ejercían un antirracismo moral a través de espacios de la socioaldemocracia. En Portugal el antirracismo se encontraba en los márgenes de la izquierda.

Antes de mi incorporación el movimiento ha contado con de personalidades negras como el cantante de Hiphop, General D. que fue una de las figuras más importantes de la afirmación del hiphop en Portugal y portavoz de SOS Racismo. Pero no es hasta mediados de los noventa cuando el movimiento empieza a adquirir otras dimensiones y actores. El incremento de las migraciones trajo nuevas dinámicas asociativas de las comunidades que hicieron crecer la politización del movimiento, pero sin una agenda central.

A partir de año 2007 se produce una revolución del pensamiento antirracista, ya que  la condición negra se desplaza hacia el centro. En cierto modo, esto es debido a la rotura generacional y a la multiplicación de actores, que empiezan a instaurar una agenda antirracista con una mayor diversidad de focos.

Aparece una nueva generación de activistas en campos como al arte urbano y el hiphop – LBC, Xulàs, Carlao, Alouine, Valette o MC Gata–, que politizan bastante el movimiento y traen una agenda radical muy orientada a la propia comunidad negra. Se introduce la perspectiva de género y queer, dos aspectos centrales que no se estaban teniendo en cuenta.  Las mujeres negras adquieren una fuerte presencia en el movimiento y en la esfera pública, y con ellas, se incrementa capacidad de diálogo en el debate. Nacen entonces colectivos de las propias comunidades como Khapaz, Plataforma Guetto, As Crespas e Cacheadas, Consciência Negra, Sementes de África, Afrolis, Femafro, Djass, IMUNE, etc…

Hay quienes afirman que el movimiento negro está viviendo su primavera, yo no soy tan optimista, considero que este es el inicio de una capacidad de penetración mayor. No obstante, se ha generado una densidad programática acompañada de una confrontación política con los aliados y los adversarios que antes no existía.

Se está creando un espacio para el movimiento negro, pero sin la fortaleza correspondiente. Esto es, nosotros tenemos resiliencia y firmeza, pero sin la autonomía suficiente. Y nos lo dice la Ley contra la discriminación racial, la Ley de la Nacionalidad, las disputas por la memoria, incluso la victoria del memorial conseguida por Asociación Djass o la recogida de datos etnicoraciales. Si tuviéramos más potencia estas leyes tendrían otro impacto. Lo que está claro es que el sistema nos mira, está preocupado por nosotros, pero no nos tiene miedo.

Preocupado… ¿cómo cuando unos padres se preocupan por un hijo?

En absoluto, está preocupado porque crecemos, pero no se quiere confrontar. Por otro lado, le preocupa no poder seguir domesticando el discurso y el espacio que vamos ganando.

Entonces, es una disputa por el poder.

Lo es y lo saben. Esta tendencia antirracista ha venido para quedarse y lo que estamos viendo y viviendo en AfroEuropeans, es la prueba. Actualmente somos testigos de algunas transformaciones históricas; solo hay que encender la televisión pública en primetime para ver un debate solo con personas negras, asistir a la presentación de la pieza Os Negros en el Teatro São Luiz, observar la condena a los policías por las violencias en la Comisaría de Alfragide… Todos estos hechos establecen nuevos marcos históricos.

Un país que cuenta con población negra discriminada desde las independencias de sus colonias (1975), ¿cómo explicas que tan solo en el 2007 surja en el movimiento las particularidades de la condición negra?

La respuesta la encontramos en la historia de este país, en el cual el tratamiento de la cuestión racial es diferente a la de otros imperios. El lusotropicalismo es un espacio de negación del racismo. Durante mucho tiempo transformó todo el debate sobre la cuestión en un tabú, pero siempre ha estado presente, y no se hablaba, era el elefante blanco en el salón.

El cambio surge con las nuevas generaciones con estudios universitarios, más interactivos y probablemente con Erasmus. Ellos han podido acompañar las nuevas dinámicas de lucha fuera del país. En la diáspora, la condición negra es lo que nos une y en muchas ocasiones es el motor de las movilizaciones. Y estos jóvenes, han estado en contacto con una cultura de resistencia en otros contextos, donde hay diáspora africana que incorpora esta reafirmación en las agendas antirracistas. Empiezan a apoderarse de lugares que sus padres no ocuparon, porque nunca tuvieron el tiempo para cuidar sus vidas. O bien por la precariedad laboral, de vivienda, por la ausencia papeles o las mismas políticas migratorias que les dejaron en un lugar de desventaja. Hasta hace poco una gran parte de los hijos de inmigrantes eran considerandos inmigrantes de segunda generación. Las personas negras en este país vivían cerradas en la calle, esta es una metáfora de “Outros Bairros” de Kiluanje Liberdade, uno de los primeros directores negros de Portugal.

Inmigrantes de segunda generación, una gramática problemática.

Sí, porque siempre nos pone fuera del tejido nacional. Pero las nuevas generaciones están intentando romper con esas fronteras. Con todo, queda mucho por hacer ya que existen esferas en las que todavía ni hemos entrado. Por ejemplo, las ordenanzas jurídicas son una réplica de la producción teórica académica sobre nosotros. Entonces, ¿como podemos cambiar algo cuando el problema está en la misma epistemología que se utiliza? Empezaremos a rebatirlo cuando entremos en la disputa por el privilegio epistémico y nos transformaremos en sujetos de nuestra propia condición desde el punto de vista de la producción del saber.

Por otro lado, es necesaria cierta solidaridad entre nosotros para extender la capacidad de influencia en la disputa de nuestro lugar en la esfera pública. Ese poder nos aportará un programa diseñado por nosotros. En cierto modo, esto ya está pasando, porque en el próximo ciclo electoral el Parlamento dejaré de ser monocromático.

Joecine es cabeza de lista.

Sí, y es histórico, pero también hay otras candidatas. Si entran el Parlamento, es primordial que puedan abrir una vía verde para la agenda del movimiento. Tendríamos que seguir los ejemplos de los EE.UU., donde los congresistas empiezan a llevar, por ejemplo, las agendas de las reparaciones.

¿Cómo convive el antirracismo más radical con la penetración del movimiento en las instituciones públicas? Porque dentro del movimiento hay quienes no están a favor con el sistema de cuotas o con los esfuerzos por las representaciones en la esfera pública.

No son luchas incompatibles, no obstante, hay que saber donde te metes. Yo he rechazado ya dos veces entrar en las listas, primero, por una cuestión ética y segundo, por estrategia. Ya en los noventa contábamos con dos diputados negros en la Asamblea de la República, pero no consiguieron ningún avance. Con esto, quiero decir que no se puede caer en el error de confundir agenda con programa.

¿Cuál es la diferencia?

Una agenda puede ser instrumental si no forma parte de un programa que se traduzca en políticas o compromisos concretos. Es común que en los espacios de representación se arrastre a las personas negras por interés de algún aliado que usa la agenda para transmitir su apoyo a otras luchas. Sin embargo, no existe ningún programa que lo acompañe. En esta disputa de poder es necesario un programa porque hace falta financiamiento. La igualdad tiene un precio, no se puede hacer por una cuestión moral. Tiene un coste político y sobre los privilegios, y cuando la balanza se equilibra, alguien tiene que perder para que otro gane. Por consiguiente, el sistema se adaptará rompiendo con sus propias lógicas.

Nuestros hermanos y hermanas radicales tienen que comprender la importancia de la representación con un programa propio. No podemos dejar el terreno libre para que otros decidan sobre nuestras vidas. Hay que exponer una cuestión clara y directa a los aliados: “Queremos representación pero con mi propio programa, ¿estás disponible?”. Esa tiene que ser la negociación, y seguramente querrán capturar las agendas sin consecuencias y sin programas. Por esta razón el enfrentamiento siempre está asegurado.

Este es un asunto de debate constante dentro del movimiento y la razón por la que no soy diputado. Además, soy consciente de mi visibilidad dentro del movimiento y no puedo repetir los errores del pasado. Si llego a ser diputado sin programa, puedo debilitar la lucha. Una entrada en el Parlamento tiene que ir acompañada de un programa claro y real, exigiendo, entre otros, un sistema de cuotas en el acceso a las universidades o a la vivienda, así llegaremos a una transformación real que va a transformar vidas de un grupo de gente expulsada del sistema.

¿Cuál es la viabilidad de crear un partido político propio? Por que, en caso contrario, siempre necesitas negociar con las izquierdas.

Está claro que necesitamos un sujeto nuevo en el espacio político portugués. Ahora bien, ¿qué naturaleza puede tomar ese sujeto? En forma de movimiento grande como lo fue en su día el National Association for the Advancement of Colored People, con W. E. B. Du Bois al frente, o como un instrumento de partido tradicional y occidental. Esta es una conversación pendiente.

Hoy en día, el espacio democrático permite diferentes formas de participación, solo hay que escoger qué tipo de instrumentos nos serán útiles. Igualmente, si queremos hacer un partido, habrá que crear un programa. Los Black Panthers, tenían diez puntos bien claros en su programa, y los que se adherían se convertían en militantes que trabajaban para la ejecución. La entrada en el espacio político, pasa por una la reflexión profunda y frontal, pues no todos pensamos de la misma manera, ni tenemos los mismos intereses ni trayectorias. Es un proceso doloroso, pero fundamental porque abrirá otras posibilidades. Con el crecimiento del movimiento y las experiencias de nuestros hermanos y hermanas en el espectro político y partidario, podemos ir creando un patrimonio del que echar mano para ir dibujando la manera como nos queremos organizar. De hecho, ya hubo tímidos intentos en Portugal.

¿Lo verás en vida?

Bueno, no lo creo. Mi hermana de lucha, Carla Fernandes, la fundadora de Afrolis, siempre me dice: “Mano, para cuidar del presente tenemos que trabajar para el futuro”. Nosotros estamos trabajando para el futuro. Así me proyecto en esta lucha. Nunca me jubilaré del activismo porque está en mi. No obstante, quiero dar más espacio a las nuevas generaciones, es muy importante la capacidad de regeneración. Mi intención es usar el poder de influencia simbólico que he ido adquiriendo a lo largo de mi vida para fortalecer el movimiento, dar “el cuerpo a las balas” cuando sea necesario. Esto hace que la gente crezca y no nos deprimamos. Porque el sistema le gusta vernos deprimidos y tenemos que rechazarlo. James Baldwin afirmaba que no tiene tiempo para desesperar, porque el desespero es para los privilegiados. No podemos impacientarnos, siempre se nos ha hecho creer que teníamos una única opción: sobrevivir. Pero nosotros no tenemos que resignarnos, porque queremos vivir y vamos a luchar por la vida.

Como cara visible del movimiento antirracista has sufrido amenazas de muerte. Este hecho atraviesa cualquier vida, ¿cómo convives con la amenaza?

El miedo es un arma. Yo tengo miedo, no voy a decir lo contrario para hacerme el valiente. Me he cambiado en varias ocasiones de casa por las amenazas, y lo hago porque quiero proteger a mis hijos.

Todo esto me produce sentimiento ambivalente, por un lado, me siento triste, enfadado y, a veces, hasta deprimido porque si esto le pasara a una persona blanca de otros márgenes que luchan por la igualdad, habría más movilización y solidaridad. Yo no siento ese apoyo. Por otro lado, estoy muy orgulloso y me siento un privilegiado, todos los días cuando salgo a la calle, siempre hay un hermano black, que me dice “estamos contigo” “continúa”, “no estás solo”. Que esas personas tengan la noción de que una amenaza mía es una amenaza a su vida y a su aspiración a un lugar en la sociedad, realmente me refresca el alma y me da fuerzas para no abandonar la lucha.

Tengo claro que no quiero ser mártir, porque los mártires no resuelven nada, ya están muertos. Tampoco tengo problemas con la muerte, es de las pocas cosas que sabemos que nos pasará. Por esa razón nunca dejaré de hacer lo que estoy haciendo porque tenga amenazas de muerte. Esto ya es el baile de los lobos, si cedo, será definitivamente la victoria de las hienas.

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Mamadou Ba, es licenciado en Lengua y Cultura Portuguesa por la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar; titular de un curso de traductor en la Universidad de Lisboa. Además, es miembro fundador de la Asociación Luso-senegalesa, la Red antirracista portuguesa, la Diáspora Afrique, así como la Alianza de los pueblos africanos y la ascendencia africana en Europa. Fue, en nombre de Portugal, un miembro efectivo de la Junta Directiva de la Red Europea contra el Racismo de 1999 a 2010. Integra el Movimiento de Racismo SOS y participa en la Coordinación de la Plataforma de Afrodescendientes de Portugal.
 
Tania Adam es periodista y productora cultural. Fundadora y editora de Radio África Magazine, trabaja como presentadora en Radio África Betevé (91.0 FM) y colabora con Els Matins de TV3, La Directa, Playgrounder, Africa is a Country y Ctxt, entre otros. Ha presentado el programa de entrevistas Terrícoles en Betevé y African Bubblegum Music en Radio Primavera Sound. También ha comisariado programas públicos como «Microhistorias de la Diáspora. Experiencias encarnadas de la dispersión femenina» (La Virreina Centre de la Imatge, 2018-2019) o la exposición «Making Africa» (CCCB / ICUB, 2016). Actualmente investiga la posible descolonización de los futuros.