Reflexiones sobre el espacio, la solidaridad, las coaliciones y los horizontes decoloniales
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Mientras Occidente marca un nuevo año y con él muchos de nosotrxs inmersos en su lógica, dada mi ubicación en Aotearoa, Nueva Zelanda, esta reflexión parte de un reconocimiento del sistema colonial de colonos blancos políticos construido en tierras indígenas e impuesto a su(s) pueblo(s). El proverbio maorí «Ka mua, Ka muri» (Caminando hacia atrás en el futuro), parece apropiado comenzar tal reflexión. O como lo ha expresado Moana Jackson, «El pasado no se encuentra en los días pasados, sino en los días que se sientan frente a nosotrxs.» (Abel 2008: 126).
Empiezo dentro del espacio geográfico y cultural de Aotearoa Nueva Zelanda debido a la forma en que mi experiencia aquí ha sido desafiada, ha cambiado y se ha radicalizado de muchas maneras, pero también ha arraigado mi activismo por la justicia social. Este cambio se debe principalmente a la necesidad de reconsiderar la posicionalidad, pero también a tener en cuenta las formas en que las herramientas y los términos para el cambio político han estado y están en riesgo de despolitización. En lo que sigue, me concentro tanto en lo «descolonial» como en la «interseccionalidad» como términos que a veces son el ejemplo mismo de un «vacío» de significado y discurso, pero a pesar de ello, construyo mi crítica y estrategia para la coalición política en estos mismos términos.
Salir de Europa, donde mi posición como una mujer queer de color, alguien etiquetado como ‘inmigrante’, ‘otro’, ‘musulmán’, ‘exótico’ pero no exento de sospecha, ‘integrado’ pero a veces demasiado ‘enojado’ – mi posición en los márgenes de Europa blanca, la auto-imaginación era el lugar desde el cual el trabajo político podría despertar. El punto vulnerable de Europa, la parte inferior de la modernidad europea (Maldonado-Torres 2007, 2008) era donde habían surgido estas categorizaciones, pero desde donde también se podían formar críticas y resistencia. En Aotearoa, Nueva Zelanda, tuve que hacer frente al hecho de ser cómplice en el proyecto colonial de los colonos como migrante, cuya llegada a este país fue facilitada por la universidad occidentalizada y sus marcos blancos en lugar de la población indígena. Mientras existo como una mujer de color, fuera del privilegio que proporciona la blanquitud, la ciudadanía blanca, los inmigrantes de color en el espacio colonial de los colonos pueden representar y representan otro obstáculo en la lucha por la soberanía maorí.
Con este punto de vista en mente, me pregunto qué significa ahora cuando (a medida que avanzo entre mi pertenencia en Europa, principalmente España y Alemania y mi actual vida en Aotearoa) considero que el colonialismo y la colonialidad y la justicia social funcionan. En Aotearoa, el colonialismo de Nueva Zelanda se refiere a los procesos de colonización en los cuales los pueblos indígenas son expropiados y destruidos física y epistémicamente por colonos de contextos europeos a través de procesos genocidas a corto y largo plazo. Este proceso continuo no tiene limitaciones temporales ni espaciales. En el contexto colonial de los colonos, no es solo la colonialidad la que está en curso, sino también la colonización. La lucha por la soberanía indígena en Oceanía en términos más amplios me hizo preguntar qué significa cuando exigimos la descolonización en España. Los límites del trabajo antirracista blanco han sido elaborados en otros lugares y señalan cómo un antirracismo blanco desprovisto de un proyecto político no logra producir cambios en las estructuras de poder (véase Ahmed «add, Applebaum add») de manera similar, pregunto qué sucede cuando las personas de color en el Norte Global llaman a su perspectiva «decolonial», sin un reconocimiento y conexión con las luchas anticoloniales (decoloniales) y la soberanía indígena. ¿De dónde derivan estos términos? ¿Cuál es la genealogía de las luchas en otros lugares que ha dado terminología a nuestra articulación política? Eve Tuck y K. Wayne Yang (2012) nos recuerdan cuidadosamente que la Descolonización no es una metáfora. Como tal, aunque la descolonización requiere una multitud de enfoques, las luchas indígenas por la autodeterminación y, sobre todo, la tierra, no pueden desvincularse de las conversaciones sobre la descolonización en Europa y el Norte Global en términos más generales. Como personas de color que viven en Europa, también necesitamos autoevaluar críticamente nuestra relación con el Sur Global, su gente y las dinámicas de poder que nos mantienen a cada uno de nosotrxs en nuestra posición en las jerarquías de poder (colonialidad).
En una línea similar al aumento de «descolonizar» como una palabra de moda para el «activismo» en lugar de organización política, la interseccionalidad ha visto un aumento en su reconocimiento entre las universidades occidentales (principalmente estudios de género) pero también ha sufrido una despolitización (Bilge 2013; Hill Collins & Bilge 2016) principalmente por la negación de la relevancia de la raza. Además, la aplicación de la interseccionalidad en círculos feministas europeos la han tratado como «regla universal» o una doctrina (en su discurso de apertura en la conferencia de Otago, Hill Collins dijo con agudeza que «la interseccionalidad es una teoría, no una religión”) para mirar el género y la sexualidad, desde donde se usa para silenciar la conversación sobre raza y racismo (ver Ahmed 2012). Si bien se han elaborado los peligros y las limitaciones de la interseccionalidad y su apropiación, creo que tanto la interseccionalidad como la descolonialidad tienen un papel que desempeñar en la forma en que construimos coaliciones para la justicia social. Lo que Aotearoa Nueva Zelanda me ha enseñado es cómo nosotrxs, como inmigrantes de color en la tierra colonial de los colonos, trabajamos codo con codo con los pueblos indígenas. Sin embargo, esto también significa seguir el ejemplo de los pueblos indígenas en su lucha por la soberanía. Por lo tanto, mientras compartimos ciertas luchas: la lucha contra la supremacía blanca, el heterosexismo, la exploración ambiental, hay muchas maneras en que nuestras luchas difieren, se confabulan y divergen. Como tal, el trabajo de construcción de coaliciones debe estar en el corazón de un cambio significativo, sostenible y radical. Como sujetos con una posición diferente, abordamos el racismo en nuestras comunidades y trabajamos en colaboración con otras comunidades racializadas contra la supremacía blanca. El mismo hecho de que la colonialidad forme la trama de nuestras sociedades requiere que reconozcamos nuestra propia integración en ella, es decir, cómo podemos ser cómplices de las estructuras de opresión. Como tal, necesitamos abordar las violencias cometidas dentro de nuestras propias comunidades, mientras desafiamos las estructuras dominantes de opresión que nos rodean.
Me baso en el trabajo más reciente de Patricia Hill Collins[1] para resaltar cómo podemos construir coaliciones a pesar de las contradicciones y colusiones. Hill Collins sugiere que la interseccionalidad ha sido utilizada como una teoría (y hasta cierto punto como metodología) para el análisis de situaciones de opresión. Sin embargo, la interseccionalidad ofrece herramientas para los principios de la organización, es decir, la interseccionalidad como herramienta para el análisis y la construcción de resistencia a la opresión. La interseccionalidad es, por tanto, investigación crítica y práxis. Ella destaca dos formas de construir coaliciones (que pueden y se superponen y que también pueden conducir el uno al otro). Usando la idea de «solidaridad flexible y coaliciones estratégicas», distingue entre a) «Coaliciones de conveniencia» y b) «Coaliciónes de conciencia».
Coaliciones de Convivencia son aquellas que están orientadas a temas específicos, a menudo a corto plazo y contingentes, y se enfocan en la «eficiencia, conveniencia y elección». Pueden o podrían tener una postura ética en su núcleo. Por ejemplo, si las comunidades racializadas en España entablan conversación y coalición con organizaciones políticas específicas, sindicatos o grupos cuyo trabajo converge con objetivos a corto plazo, como eliminar/oponerse a leyes que limitan el acceso a la atención médica o la vivienda. El resultado de tales coaliciones es la producción de «colectividades políticamente estratégicas». Estas colectividades pueden o no ser coartadas a corto plazo, y producir un éxito a corto y mediano plazo, y permitir ejercer una presión amplia sobre las instituciones dominantes.
Las Coaliciones de Conciencia en lugar de centrarse en la eficiencia son compromisos necesarios, es decir, luchas que están en su núcleo relacionadas/vinculadas entre sí. Estas coaliciones son por «identidades similares y/o historias compartidas» con efecto a largo plazo, ya que se basan en la continuidad cultural, política y la memoria. El núcleo de esta coalición, no solo han compartido la ética, sino también una visión compartida (como la justicia social, la libertad, etc.). Las coaliciones de este tipo tienden a producir «comunidades políticas duraderas». Por ejemplo, si miramos el trabajo de los afrodescendientes en Europa, observamos que su trabajo político ha producido comunidad(es) política(es) duradera(s) que surgen (resurgen) en diferentes momentos y en diferentes espacios, atravesando las diferencias dentro de esta comunidad.
Mientras que las poblaciones racializadas dentro de Europa y España en particular, tienen diferente posición y diferentes historias de lucha, hay una historia compartida de relaciones coloniales que han producido sus posiciones de sujeto, su posición como cuerpos sospechosos dentro del territorio europeo, etc. Nuestro compromiso mutuo está en el corazón del cambio radical ya que nuestra liberación está unida. Sin embargo, para que emerjan comunidades políticas duraderas, necesitamos auto-reflexionar y también hablar sobre cómo producimos la violencia contra aquellxs con quienes estamos en coalición. El espacio y la localidad son cruciales para dicha autorreflexión.
Tras trasladarse de Europa a Aotearoa, Nueva Zelanda, la posición del sujeto político cambió y con ella la forma en que los procesos de racialización ocurren en diferentes lugares. Mientras caminamos hacia atrás en el futuro aprendemos de las historias de raza, racismo y racialización, pero entendiendo su naturaleza cambiante, en particular la naturaleza cambiante de la blanquitud y cómo algunxs se incorporan en la blanquitud, mientras que otrxs se consideran sospechosos. Las coaliciones para la justicia social que buscan trabajar hacia la descolonialidad, también necesitan una conversación/relación con los grupos indígenas o una relación/conversación/reconocimiento de sus historias. Esto no sugiere que necesitamos estar en una relación directa con cada comunidad existente, sino explicar cómo seguimos obteniendo nuestros términos políticos y teorías de lugares antes descritos como «metrópolis», hasta el punto en que incluso nuestra producción de conocimiento radical sigue el flujo de circulación de la producción dominante de conocimiento. Un problema que veo en mi propio trabajo y que he estado aprendiendo a ampliar ahora que estoy mirando hacia atrás a Europa desde el Pacífico.
Si bien no he recurrido a los escritores maoríes, sino que a un proverbio para ubicar mi reflexión y no he ofrecido un modelo sobre cómo proceder para enfrentar estos tiempos difíciles, espero haber expresado algunas ideas sobre cómo iniciar una conversación más allá de las palabras de moda y la llamada cultura, sino más bien una manera de hacer un llamado, responsabilizarse y compartir el dolor mientras se practica el amor radical. Como mi amigo y maestro samoano Michael me ha enseñado, tenemos que ser capaces de entrar en conflicto y negociar conflictos de manera que mantengamos nuestra Va. Va se refiere al espacio de relación/espacio de relaciones que existe entre nosotros como seres, es una interrelación y no espacio vacío (Wendt, 1999). Va también se refiere a las expectativas y obligaciones implícitas. Estas expectativas y obligaciones son cambiantes y reflejan la relación entre las personas y su entorno. Por lo tanto, estar en coaliciones conscientes también implica construir comunidades cuyas relaciones perduren y donde Va sea atesorada.