Florencia Brizuela González

Desde octubre del año pasado el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)  ha publicado una serie de comunicados donde anunciaban que saldrían a recorrer el mundo y que el continente europeo sería el primer destino de este  “viaje planetario” por la vida. Si bien la fecha de la visita aún no está confirmada, en los comunicados señalaban su intención de llegar a la capital del reino el 13 de agosto de 2021. Fecha en que se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlán en manos de los colonizadores.

¿Y qué tiene que ver ese pasado con nuestro presente? ¿Con los problemas que tenemos aquí? ¿Para qué vienen? ¿Qué nos aporta su visita a nuestras luchas actuales? ¿Por qué dicen que vendrán mayoritariamente mujeres? Los interrogantes son muchos y las respuestas de los más variadas.

Un dato importante para pensar posibles respuestas, desde la memoria larga a la que apelan los movimientos indígenas en Abya Yala, surge de otra noticia que paso más o menos desapercibida: la concesión a RENFE de un contrato de más de 13 millones de euros para la construcción del Tren Maya en México. Se trata del proyecto estrella del presidente Manuel López Obrador que pretende unir las principales ciudades y zonas turísticas de la Península de Yucatán. El megaproyecto ha sido denunciado por el zapatismo y los movimientos indígenas mexicanos como un proyecto de muerte para las comunidades locales.

Así, la promesa colonial sigue vigente en nuestros días: el colonizador propone, vende y reparte “desarrollo” pero oculta la violencia de su propio acto colonizador. RENFE, que es propiedad estatal y que ha incursionado en países como Arabia Saudita, será el “operador sombra” de un proyecto que promete “bienestar y desarrollo” pero que oculta la muerte y el despojo que genera hacia las comunidades indígenas. Seguimos inmersas en esta trama colonial donde unos se benefician y otroas, las de siempre, se empobrecen.

Frente a este panorama el zapatismo propone algo que pareciera impensable en esta Europa fortaleza: que un centenar de indígenas, que se alzaron en 1994 contra el sistema capitalista vengan a estas tierras luego de 500 años a contarnos sobre su autonomía y a conocer cómo se vive bajo el supuesto éxito del modelo civilizatorio moderno. El zapatismo ofrece esos simbolismos que para quienes crecimos viendo su revolución parecen entre poéticos y esperanzadores.

Dicen que saldrán a recorrer el mundo buscando, no la diferencia, ni la superioridad, ni el perdón, ni la lástima. Sino a encontrar lo que nos hace iguales.  Y, ¿qué es lo que nos hace iguales? ¿Qué conexión tienen los megraproyectos de allá con la persecución a las comunidades migrantes y racializadas aquí? ¿Con la política migratoria de muerte implementada por la UE y el reino para la gestión de las “crisis migratorias” que ellos mismos producen? Los efectos de este modelo civilizatorio moderno (que es racista, capitalista y heteropatriarcal), no conocen de fronteras ni de muros y afectan principalmente a las comunidades racializadas y migrantes. A aquellas otroas que siempre quedan atrás como si se tratara de una extraña fatalidad del destino. Así, se nombran como “accidentes” o “tragedias” a los asesinatos en el mar mediterráneo, a los incendios de campamentos o naves donde viven personas migrantes, a sus muertes debido a condiciones inhumanas de trabajo o bajo custodia policial. Pero sabemos que son resultado de una larga trama colonial que lejos de debilitarse parece fortalecerse a diario.

No sabemos si las medidas sanitarias y las políticas migratorias les dejaran llegar, pero sus palabras nos brindan la oportunidad para pensar en esta apuesta por la vida que el zapatismo hizo hace décadas y su invitación a sumarnos a ella. En este contexto de hartazgo y desesperanza, nos llaman a retomar las calles para luchar porque dicen que la vida no es un asunto individual, sino colectivo y mundial. Y, además, nos recuerdan que “si los de arriba rompen los puentes y cierran las fronteras, queda navegar ríos y mares para encontrarnos”

Florencia Brizuela González doctora en Derecho y Ciencias Políticas e investigadora del Seminario de Filosofía y Género de la Universidad de Barcelona. Se especializa en derechos humanos, interculturalidad, colonialidad y feminismos. Forma parte de distintos colectivos que comparten una perspectiva feminista y antirracista. Realiza formaciones y colabora con asociaciones vinculadas con estas temáticas. Es co-autora del libro Descentrar la mirada para ampliar la visión. Reflexiones en torno a los movimientos sociales desde una perspectiva feminista antirracista (Premi Descontrol, 2018) y participa de la obra colectiva Acá soy la que se fue. Relatos sudakas en la Europa fortaleza (t.i.c.t.a.c., 2019).