Fatima Aatar

Dicen que las migraciones son un hecho natural con las poblaciones humanas. Un argumento a menudo esgrimido contra la xenofobia. Sin embargo, este argumento bienintencionado obvia que la xenofobia y, sobre todo, el racismo no es contra quien migra sino contra un determinado tipo de personas que a veces migra y a veces no, como sería la población gitana o las llamadas segundas generaciones. Esta lógica no es sólo un arrebato de las clases populares, sino un hecho fuertemente institucionalizado que en el caso español se refleja en la llamada Ley de extranjería.

Muchas personas migrantes y racializadas vieron en la construcción de la República catalana una oportunidad para deshacerse de esta Ley que los encadenaba. Sin embargo, la primera sorpresa llegó cuando el censo electoral para el referéndum no incorporaba las personas residentes, es decir, que aquellas personas no nacionalizadas por la Ley de extranjería española tampoco podrían ejercer su (no) derecho a voto en el referéndum. Pero la gran sorpresa se manifestó con la Ley de transitoriedad presentada en el Parlamento, que tampoco incorporaba las personas migrantes. Podemos decir que durante la redacción de la Ley de transitoriedad hicieron un copy-paste de la Ley de extranjería española cambiando «nacionalidad española» por «nacionalidad catalana», por lo que, quien obtenga la nacionalidad catalana será aquella que anteriormente tenía la «española». Ya es problemático que esta nueva República comience su camino excluyente, pero es aún más problemático que esta exclusión sea por falta de voluntad política. Por ello, me vienen a la cabeza preguntas incómodas pero que muchas habrán pensado: cómo es posible que en un ejercicio de desobediencia política, jurídica y social no se haya desobedecido en esta cuestión concreta? ¿Por qué se ha escogido heredar la Ley de extranjería española teniendo en cuenta que es de las cuestiones más características del régimen? Desobediencia? Cuando y para quién?

Ante la falta de voluntad política para cambiarlo todo, debemos ser radicales e ir a la raíz de la cuestión para entender la «problemática».

Y pongo «problemática» porque si lo miramos objetivamente no lo es, sino que es sintomático del sistema capitalista occidental que se manifiesta desde la estructura global a lo local. Y aquí señalamos una de las cuestiones que la izquierda blanca no ha querido ni entender ni encarar, es decir, que el racismo no es una consecuencia más del capitalismo sino que ha sido y es una de las condiciones que lo han hecho posible. Por eso, decimos que cuando nosotros percibimos una cuestión como problemática, hay que entender que es inherente al buen funcionamiento del sistema tal y como expresaba el pensador antirracista Helios F. Garcés cuando decía que «donde ustedes ven una consecuencia del capitalismo, otros ojos ven un proyecto civilizatorio destructivo del que el capitalismo forma parte; que donde ustedes perciben una crisis sin precedentes, otras mentes reconocen una Antigua crisis genocida, epistemicida, extractivista y colonial que dura ya más de 500 años.» Sí, más de 500 años, por eso apostamos por una ruptura no con el régimen del 78 sino con el régimen que se perpetúa desde 1492 que rompería con el racismo inherente en España.

Hay que entender, pues, que el racismo institucional existe de tal forma que se blinda ante los cambios políticos, es decir, sin desobediencia no hay cambio ya que es capaz de reinventarse para mantener el status quo. Uno de estos mecanismos es la imposibilidad de participación política institucional. Sí, es cierto que los cambios no vienen desde las instituciones sino desde las calles, sin embargo, la presión política sólo es posible cuando hay una oposición fuerte y unitaria. Por ello, la falta de representatividad política lleva a que las necesidades de las personas migrantes no estén representadas ni defendidas desde el eje materialista, es decir, el eje que se incrusta en los cuerpos de las personas, que paraliza la vida de quien lo sufre ante el miedo y la incertidumbre de este sistema profundamente racista. Es ese mismo eje el que sacude las personas para erigirse contra las opresiones y conscientes de que para cambiarlo todo se debe tomar partido. Es por ello que entendemos que la igualdad de género se está convirtiendo en tema transversal y prioritario en las políticas públicas, para que las mujeres han tomado las calles, sí, pero también las instituciones.

Habrá quien piense que ahora no es el momento para hablar de esto, que teniendo a las fuerzas de seguridad encima esto no es importante, pero este estado de excepción, donde los derechos de las personas dejan de operar o directamente no existen, las personas migrantes y racializadas lo vivimos permanentemente. Y es así, repitiendo las cosas hasta la saciedad, que comienza a introducirse en las agendas mediáticas y políticas para dejar de ser un tema banal. ¿Cuántas veces se han banalizado las causas justas? Aún así, el valor está en no rendirse.

Por ello, continuaremos en las calles, haciendo oposición al racismo institucional que se quiere perpetuar en la República catalana, no dejaremos que el sistema racista y colonial español se mantenga, porque sino, no habremos creado un proceso realmente transformador, ni será una república para todas. Ahora hace falta que vosotros tomáis partido para que esto deje de ser una simple efervescencia momentánea y se materialice en una República realmente para todas.

/publicado en La Directa, 29 de septiembre de 2017

Fatima Aatar El Achouch, antropóloga de formación y activista antirracista de uMMA (Movimiento Moro Antirracista).