PRIMER ACTO

Verano.
Desde detrás del cristal, las calles pasan rápidas, fugaces. Como despidiéndose de algo que ni siquiera ha empezado…

Le acaricio los moratones de los nudillos a mi hermana; el vendaje de su muñeca me recuerda porqué estamos aquí.
“has cogido tu libreta?” me pregunta.
Con la otra mano juguetea nerviosa con el cordón de la chaqueta; cabizbaja parece perderse un poco entre herida y herida.
“no…con las prisas me la olvidé…”
Se hunde en el asiento y deja ir un suspiro largo.

Habíamos tenido 20 minutos para recoger nuestras pertenencias. El miedo a veces hace olvidar…
Las prisas son malas, pero es que tampoco había opción de ir más despacio.

Al otro lado del cristal blindado suenan dos voces:
Esto es un enredo…ahora resulta que… PIIIIIIII*******

En mi mente solo se oye un pitido.
y claro, sucede que el juez ha dicho que…. PIIIIIIII.

Mi hermana ha dejado de suspirar. Nos miramos.
Ahora son las heridas las que se pierden en nosotras.

Las calles bajan pulmón adentro, entrecortadas; caóticas.
Se acelera el pulso de la sirena del coche de policía.

El cordón de la chaqueta se tambalea, se esconde despacito entre el nerviosismo de los dedos.
-“Bueno, pues vamos a la Mercè.” dice una de las voces.

La Merce es un centro de acogida de Tarragona.

SEGUNDO ACTO

Tres semanas.
Tres semanas es un tiempo bastante “al límite” en cuanto a que va a suceder contigo.
Y también, tres semanas son más que suficientes para acostumbrarse a cosas como por ejemplo:
-tener que buscar la llave del candado del armario en donde guardas tus cosas. Pero no tus cosas personales, porque (y ahí va segundo punto)
-Un educador guarda tus cosas importantes en un despacho.
-Tener que identificarse ante un guardia de seguridad cada vez que tienes que entrar a la que es…tu casa(?)
-Estar durmiendo y a las 3 de la mañana oír llegar a niñes nueves.
-etc.

Así pues, ahí estábamos mi hermana y yo, intentando vivir. O algo así.

Después de unas semanas más llegó por fin la solución: nos íbamos a vivir con mi tio.
Para ese entonces era noviembre.
Salimos del centro muy rápido. No acabamos ni el primer trimestre del colegio en el que nos habían apuntado. La cuestión era estar en casa para navidad.
Y efectivamente, estuvimos en casa para navidad! (que bien!!!)

…Y para finales de febrero ya volvíamos a estar otra vez en el centro.

Lo que decía: las prisas son malas y esta vez tampoco había opción de ir más despacio.

No se habla de la cantidad de niñes que vuelven y van y vuelven y van de:
centro de acogida -casa
casa – centro
centro- casa
Van y vuelven porque el sistema entero es un desastre.

Voy a especificar que sucedió conmigo:
en primer lugar yo volví sola al centro. Sin mi hermana. Ella ya había cumplido 18.
En segundo lugar no volví directamente al centro de acogida, primero estuve 3 semanas en lo que se conoce como UCA, que son las siglas de Unidad de Crisis de Adolescentes.
Ingresé ahí por varios intentos de suicidio.

No voy a explayarme contando sobre esto porque no creo que sea necesario y no aporta demasiado a lo que quiero contar, pero el caso es que después de desarrollar una conducta autolítica producida entre otras cosas porque:
-toda mi experiencia vital era un caos.

-Si. Se había decidido que fuera a vivir con mi tío, y eso estaba genial porque significaba salir del centro PERO es que mi tío vivía en el mismo bloque que la persona que había causado que entraramos en el centro.
Literal, esa persona vivía en el 2-2 y mi tío en el 3-4, por lo que la ansiedad era constante.
Una vez bajando por las escaleras creí escuchar abrirse la puerta del piso 2-2 y me mee encima del miedo. Así, tal cual.
Entonces la solución de la DGAIA era cuanto menos, una solución.

-Llevaba desarrollando y ocultando en TCA por demasiado tiempo. Es importante mencionar esto porque será uno de los coping mechanism que utilizaré durante MUCHOS AÑOS para culparme de sufrir abusos sexuales por parte del mismo tio con el que la DGAIA nos había enviado a vivir.

Asi pues, por este y varios motivos más, yo intentaba suicidarme minimo una vez cada dos semanas tomando muchas pastillas. La situación era que a veces iba tal cual a clase, después de despertarme, claro, y ver que seguía viva.
La cosa no podía continuar así y en una de mis visitas al CMISJ la psiquiatra decidió que ingresara en la UCA.

A todo esto desde infancia ya estaban al caso de que la convivencia no iba bien. Para ellos yo era una niña problemática que robaba dinero y que mentía más que hablaba.
La realidad es que para mi yo también era una niña problemática.

Robaba dinero para darme atracones de comida y mentía para mantener la más peligrosa de las mentiras: que lo tenía todo bajo control.

Ahora, analizando la situación no entiendo como no tuve más apoyo psicológico.
No entiendo como entre las mil cosas que se les pide a las familias de acogida no hay nada parecido a …”¿es esta persona un abusador?” o: “¿Está esta persona…por mucho dinero que tenga, capacitada para cuidar de dos adolescentes?”

El siguiente punto del que quiero hablar es de LA CANTIDAD DE JÓVENES que salen de la UCA para entrar a un centro de acogida. Es un paso en la vida que incluso parece natural. Como quien cumple los 30 y se hipoteca la casa.

Para que me entendáis:
En mi caso el camino fue así: casa-centro -acogida familiar -UCA-centro.
En el caso de muches niñes es: casa-UCA-centro.
CASA-UCA-CENTRO. Así, de una.

Esto lleva a que además de sufrir la infantilización de los centros psiquiátricos también se sufra de por vida un sentimiento de culpa referenciado en “estoy aquí porque soy así”.

No se habla del beneficio económico que obtienen las empresas que gestionan estos centros por cada niñe que entra y también cómo desde los mismos centros psiquiátricos muchas veces se recomienda que le niñe no vuelva con la familia.
Esto último puede ser leído tanto como algo bueno o como algo malo.
En cualquier caso, en lo que sí que no hay posible interpretación es en el nulo esfuerzo que invierten las diferentes administraciones por rearmar familias. Para mantener a les niñes con sus familias.
Prefieren quedarse con le niñe y el bolsillo lleno.

Me viene a la mente el caso de una compañera que estaba en el centro porque su familia era pobre. Así, literal.
El estado en lugar de ofrecer algún tipo de ayuda a la familia prefirió que les niñes entrarán en el centro.

Los jueves era el día en que Carla -la compañera- recibía la visita de su familia.
Todos lloraban.
Este es un ejemplo de cómo con una ayuda directa era posible resolver la situación.

También hay casos -como el mío- en donde claramente se veía que no era posible reestructurar la unidad familiar.

Esta política/estrategia del nulo esfuerzo conlleva algo peligroso: el hacinamiento.
El hacinamiento provoca dificultad en la convivencia y esto a su vez conductas agresivas, y sabéis que provocan las conductas agresivas…?
Que ingreses en un CRAI, es decir: una cárcel para jóvenes (hay CRAIs semiabiertos y cerrados, pero es básicamente una cárcel)

Así pues -no en todos las casos- pero en muchos casos ciertas conductas de les niñes y jóvenes, y las futuras consecuencias son dadas, en primer lugar por MALA ADMINISTRACIÓN en los centros de acogida, en donde sumado a los recortes de personal y la sobrepoblación de convivientes, lo que se da es un caldo de cultivo ideal para lo que llaman “malas conductas”.

Lo pongo entrecomillado porque… ¿quién tiene la mala conducta aquí, el menor o el estado?

Esto puede parecer como “meh…malas conductas, y qué?
Pero hay consecuencias:
-como por ejemplo que al cumplir los 18 te quedes en la calle porque sin una buena actitud no se puede acceder a entrar en un piso de ex-tutelados, el cual, aunque no es el mejor sitio, te puede salvar el pescuezo si no tienes apoyo familiar y estás sole.

-O que puedas acceder a menos recursos, como, por ejemplo, recursos que te ayudan a buscar trabajo.

Todo esto está causado en primera instancia desde una administración que gestiona y perpetúa políticas nocivas para les niñes y jóvenes.

Así pues, después de la UCA, entré otra vez al centro. Esta segunda vez a un CRAE. Estuve hasta los 18. En total desde los 12 tutelada por el estado.

TERCER ACTO

Escribir esto no ha sido fácil. Pero ha sido importante y justo de esto – de la importancia- quiero hablar. Para ello voy a tomar como referencia las palabras de Ruth W. Gilmore en el conversatorio “transformar la geografía carcelaria en geografía abolicionista”. (enlace)
En un momento dado Ruthie habla de la importancia de los sentimientos y dice algo que a mi hace que se me erize la piel de la emoción.

En palabras textuales comenta “Pero los sentimientos son importantes para cómo somos en el mundo, incluyendo cómo entendemos las posibilidades para el futuro”.  


Esto es bellísimo.


Para mi imaginar el futuro a través de los sentimientos es sentarme con todas mis vivencias, cogerlas de la mano y avanzar dolorosamente juntes hacia otros espacios, hacia otros espacios que no sean el centro de acogida, que no sean mi casa, sino otros lugares nuevos, llenos de cosas bonitas por hacer.
Diré más aún: COMPRENDER que mis sentimientos son importantes y  permitirme HABLAR sobre ellos es TAMBIÉN activismo y además esta acción causa que no solo esté avanzando hacia un futuro distinto, sino que también estoy CREANDO ese futuro, esas posibilidades.

Construir un paisaje, un territorio, un techo habitado por todo aquello que quiero ser. Y que soy.

Gracias por leerme.