Por un cambio de Perspectiva
¿Cómo se entiende el trabajo del sexo cuando el punto de vista de lxs trabajadorxs del sexo es incluido?
Traducido por Marcela Torres Heredia
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“¿Estas caliente? Me pregunta el cliente, en mitad del acto sexual. Yo pienso “Qué tipo de pregunta es esa?”[1]
Sex shops, prostibulos, burdeles, Peepshows … luces rojas, lápiz labial, tacones, sexo … el estudio de la lucrativa industria sexual se libera rara vez de la perspectiva voyerista. Al mismo tiempo, la mirada de lxs trabajadorxs del sexo está frecuentemente dominada por representaciones morales y estigmatizadoras. [2] Lxs trabajadorxs del sexo son reducidxs en su mayoría a sus actividades, con lo cual son estigmatizadxs. También son habitualmente percibidxs y representadxs como víctimas – bien sea como las víctimas de la trata de mujeres (esto afecta sobre todo la percepción de las migrantes en el trabajo sexual), víctimas de violencia o del sistema patriarcal o afectadas por la pobreza y por ello, obligadas por motivos económicos a ejercer el trabajo del sexo. Aún cuando son actores centrales, su creciente precarización, así como sus derechos y estrategias de resistencia son invisibilizados. Así arremete la sociedad doble moral y afecta con ello sobre todo a las migrantes. [3] Dentro de determinadas aproximaciones feministas, se representa el trabajo del sexo como una forma per se de opresión de las mujeres. Así mismo, a menudo se presenta el trabajo del sexo únicamente desde la perspectiva de ONGs o centros de asesoramiento, con sus formas específicas de presentar los problemas.[4] El trabajo del sexo está siendo abordado cada vez más como una perspectiva teórica, que igualmente se ve acompañada de bastante voyeurismo y aparente cientificidad con intereses determinados (la mayoría económicos y políticos-migratorios)
El trabajo del sexo – una de las muchas áreas de trabajo precarias en el sector de prestación de servicios
Bien sea trabajo del sexo, trabajo doméstico pago, cuidado de enfermos o población mayor, cuidado de niños, trabajos de corta duración (minijobs) en supermercados y hoteles o un empleo en un Call Center, todos hacen parte de formas de trabajo precarias en el sector informal, donde el número y el significado de lxs migrantes se incrementa vertiginosamente.
Este aumento tiene que ver sin duda con la crisis del sistema de bienestar en los países ricos [5] y está vinculado con la política de inmigración restrictiva de Austria así como de toda Europa, la cual, de igual forma se relaciona con las condiciones económicas globales y la reestructuración de los estados de bienestar de Europa occidental.
Una gran reserva de fuerzas laborales es producida por ejemplo, mediante recortes en los servicios apoyados por el estado social en el sector de la atención y el aumento del empleo femenino. Esto a su vez lleva al incremento de la demanda de trabajo doméstico pago [6] (Personal de limpieza, cuidado de niños, cuidado de adultos mayores, servicios sexuales, etc), los cuales se satisfacen en un poco regulado “mercado laboral especial” para migrantes: de un lado por medio de mujeres de los países no pertenecientes a la Unión Europea, quienes usualmente no cuentan con un estatus de residencia regular, así como también, mediante ciudadanas de otros países de la Unión Europea. El movimiento de migración de los países pobres a los países ricos contribuye en consecuencia a que la crisis del estado de bienestar se agudice y la urgencia se desplace.
La creciente demanda de trabajo del sexo tiene que ver además con el incremento de la así llamada industria del sexo. La denominación “industria del sexo” señala las dimensiones que en general ha asumido el mercado del sexo y acentúa su capacidad de generar ingresos, así como sus interrelaciones con otras grandes industrias e infraestructuras (como por ejemplo el sector del turismo). Esto indica igualmente la enorme difusión y diversidad de los negocios del sector del entretenimiento (salón de masajes, saunas, pistas de baile, Peepshow, Striptease, Telefonsex, Cyberporno, Sex Shops, videos porno, etc.). El crecimiento de la industria del sexo está igualmente ligado a procesos de globalización, en los cuales se buscan nuevas marcas transnacionales, por otro lado, está relacionado con el aumento del consumo y la consiguiente creación de necesidades. Debido al estilo de vida de los países “desarrollados”, surge la necesidad de “tiempo libre” y vacaciones a lugares de “distracción” y exotismo, donde se prometen relaciones de intercambio en el área afectiva y sexual. En este contexto, son decisivos los movimientos migratorios unidos a la demanda de servicios sexuales.
Condiciones de trabajo del sexo
Lxs trabajadorxs del sexo tienen en Austria diversas obligaciones (registrarse, pago obligatorio de impuestos, controles semanales por parte de doctores institucionales, seguro de salud y de accidentes, actividad solo en áreas concedidas) pero de manera desproporcionada pocos derechos. La prostitución no se considera ni como trabajo remunerado ni como actividad comercial. Debido a que las actividades tienen lugar en determinados lugares de trabajo, con tiempos de trabajo predeterminados y regulaciones, lxs trabajadorxs del sexo figuran como trabajadorxs por cuenta propia. La lista de quejas y desventajas es larga: un ingreso irregular, a menudo siete días a la semana de trabajo, doce horas de trabajo día/noche, en habitaciones con humo, alto nivel de ruido, sin ventanas, controles estrictos, clientes que exigen prácticas sexuales inseguras, etc.
Un factor que promueve especialmente la precarización de trabajadorxs sexuales es su estatus inseguro. (en Austria alrededor del ochenta por ciento de lxs trabajadorxs del sexo son migrantes [7]). Debido a la política de inmigración restrictiva, les es imposible a personas provenientes de estados fuera de la Unión Europea, o casi imposible, ejercer el trabajo del sexo de forma legal. Ya con la modificación de la «Ley de extranjería de Empleo» en 2006 [8] se contribuyó a que se volvieran ilegales lxs trabajadorxs del sexo que habían venido trabajando durante años con el llamado título de «autónomo sin establecimiento». Esta incertidumbre se suma a la exclusión y la estigmatización de lxs trabajadorxs del sexo, que tiene lugar en diferentes niveles: en el nivel legal, se fusiona/confunde la reglamentación relacionada con la migración y el trabajo del sexo, hasta convertirse en una estructura confusa, impregnada de amenazas (desde el castigo con una infracción administrativa hasta la deportación)
A pesar de las condiciones precarias y las quejas, nuestra experiencia de años como organización «maiz», en el trabajo del sexo con lxs trabajadorxs del sexo, refleja que existen ciertas ventajas en el trabajo del sexo que no deben ser subestimadas: es ese sector laboral en el que lxs migrantes pueden ganar la mayor cantidad de dinero. Dependiendo de la rama de la industria del sexo, el trabajo del sexo permite una cierta flexibilidad, por ejemplo, en términos de horas de trabajo, días de trabajo, o vacaciones. También es posible practicar el trabajo del sexo como un trabajo a tiempo parcial, porque no hay ningún compromiso contractual, y por lo general no se requiere formación.[9] Además, el trabajo ofrece la posibilidad de socializar, practicar idiomas, viajar, etc.
Posiciones (Neo-) feministas abolicionistas
El trabajo del sexo está por lo tanto marcado por un lado, por los procesos globales de eliminación de fronteras y al mismo tiempo por nuevas delimitaciones en el marco de la movilidad internacional. En este punto se esbozarán las dos posiciones centrales del debate feminista sobre la prostitución: el enfoque neo-abolicionista, que tiene como objetivo la abolición de la prostitución y el enfoque de la legalización, que aboga por los derechos de lxs trabajadorxs del sexo.
El enfoque neo-abolicionista, como el defendido por la Coalición contra el tráfico de mujeres (Coalition Against Trafficking in Women- CATW), define el trabajo del sexo como explotación sexual, como acto de opresión frente a todas las mujeres y como una violación a los derechos humanos: esto se trata de una violación pagada y una deformidad patológica del patriarcado. Las mujeres en el trabajo del sexo no actúan de manera voluntaria, por lo que la prostitución [10] debe ser abolida.
En el enfoque neo-abolicionista, cualquier forma de migración con objetivos de prostitución y trata de mujeres son equiparados, por lo se les niega a lxs migrantes de por sí sus propias formas de agenciamiento.[11] La percepción y representación de lxs migrantes en el trabajo del sexo está determinada muy a menudo por una perspectiva racista y colonialista (que en su mayoría se expresa de forma paternalista). El equiparamiento del trabajo del sexo y la trata de mujeres, conllevan a la construcción de las migrantes en general como víctimas ingenuas, además de presentarlas en los medios de comunicación con frecuencia de una manera muy sensacionalista. La causa de la explotabilidad de las mujeres de los llamados «países en desarrollo» radica, según algunos teóricos, en el estado de opresión tradicional de las mujeres, debido al cual, nunca aprendieron a defenderse. De esta manera se deja de lado el hecho, de que la migración con fines de trabajo del sexo, puede ser una estrategia para defenderse, una posibilidad para escapar de las estructuras patriarcales de los países de origen y para lograr la independencia económica.
La iniciativa «derecho de la calle» («Recht auf Straße») en Hamburgo hace campaña contra la «limpieza de las calles» donde se ejerce la prostitución y problematiza el enfoque neo-abolicionista en el aspecto de la voluntariedad de la siguiente manera: «El que se plantea la cuestión de la voluntariedad de trabajo del sexo, debe remitirse también a la cuestión de la libertad de elección del trabajo asalariado en el sistema capitalista. Más allá de la supuesta «libre elección de la ocupación», el trabajo asalariado en sí mismo se encuentra fuera de la discusión. El resultado es una obligación social, que hace imposible otros estilos de vida más allá del trabajo asalariado. Por tal motivo la gente opta por el trabajo del sexo como trabajo (similar a la obligación del trabajo asalariado) sin embargo, se cuestiona su capacidad subjetiva para actuar como trabajadorxs asalariadxs y se les representa como trabajadorxs del sexo, lxs que por definición tienen un papel de víctimas. Esto despoja a lxs afectadxs del poder de construir su propia definición y reproduce la imagen pasiva que se les adjudica.»
Voces Feministas por la legalización
El enfoque de la legalización, que está representada a nivel internacional por la Alianza mundial contra la trata de mujeres (Global Alliance Against Trafficking in Women GAATW), distingue por un lado entre trata de mujeres y prostitución forzada, y por el otro lado, el trabajo del sexo haciendo hincapié en la propia determinación de la mujer en el trabajo del sexo. La actividad es vista como un servicio, el cual merece mismo reconocimiento y protección como cualquier otra profesión, el que además puede ser elegido de forma voluntaria. Se reconoce que la supeditación a diversas condiciones forzadas de precarización puede igualmente ofrecer espacios de agenciamiento. Ya la búsqueda de mejorar las condiciones económicas y plantearse maneras de salir de las estructuras patriarcales, así como buscar trabajo remunerado en el extranjero, pueden ser una experiencia de auto-empoderamiento. En este sentido, el enfoque se concentra en la creación de mejores condiciones de trabajo reguladas para lxs trabajadorxs del sexo y el reconocimiento social y legal del trabajo del sexo como trabajo. El trabajo del sexo es reconocido como un área de trabajo estigmatizado y discriminado, en este contexto, se centra el análisis en poner en evidencia especialmente las estructuras gubernamentales, legales y sociales que promueven el estigma y la discriminación. Se expone como problema central la falta de derechos de lxs trabajadorxs del sexo, que, entre otras cosas, podrían protegerlxs contra la explotación y la violencia, y contribuiría de forma importante a una eliminación de la discriminación, los tabúes y la estigmatización. De esta manera la explotación y la violencia se desvinculan de trabajo del sexo, ya que estos elementos no son per se inherentes al trabajo del sexo, sino que son favorecidos por condiciones estructurales, públicas, y por lo tanto legales. Por ello organizaciones independientes de migrantes, entre ellas «maiz», apuntan a señalar las políticas migratorias restrictivas, que conllevan a menudo a la precarización de las condiciones de lxs trabajadorxs del sexo.[12] El trabajo del sexo es presentado en el contexto más amplio de la migración laboral de la mujer, como una actividad racializada/etnicizada y feminizada, que sin embargo puede significar una estrategia de auto-empoderamiento e independencia económica. Son sobre todo las auto-organizaciones de migrantes, trabajadorxs del sexo, de marginalizadxs, quienes promueven una organización «desde abajo» y que conscientes de las problemáticas de representación, exigen la posibilidad de auto defenderse.
Hablar y ser escuchados – «Nada sobre nosotrxs sin nosotrxs!» – “Nothing about us without us!”
«A lxs trabajadorxs del sexo les enfurece la crítica a su industria, ya sea por activistas sociales bien intencionados como el Ejército de Salvación, por los negligentes creadores de opinión pública o, especialmente, por las feministas. El trabajo ya es lo suficientemente difícil, afirman ellxs, como para que también les digan que están equivocadxs al hacerlo y deben abandonarlo. Como el blogger Hexy lo dice, «Estoy hartx de que lxs trabajadorxs del sexo sean consideradxs las voces menos importantes en las discusiones sobre lxs trabajadorxs del sexo» (Holden 2011).
“En vez de reconocer las «voces” de lxs trabajadorxs del sexo, por lo general se presenta la imagen de “lxs trabajadorxs del sexo menores de edad” que se combina con perspectivas racistas y coloniales, para construir o mantener una perspectiva dicotómica en el marco del discurso de víctima-actor del delito. Lxs trabajadorxs del sexo son vistos bien sea como víctimas de las estructuras patriarcales (como en el enfoque neo-abolicionista) o como actorxs del delito en términos de las disposiciones legales en los países extranjeros.
Sin embargo, esta construcción significa un episodio violento que genera implicaciones y consecuencias, las cuales afectan a lxs trabajadorxs del sexo no solamente en el nivel discursivo. Así lo expresan Calum Bennachie y Jan Marie en su artículo «Sus palabras nos están matando. El impacto del lenguaje violento de los grupos en contra de trabajo del sexo», donde se resalta el impacto del lenguaje violento de las abolicionistas en las condiciones de vida de lxs trabajadorxs del sexo. La consecuencia, es que al enfrentarse a este tipo de estructuras, lxs trabajadorxs del sexo las internalizan, lo que posteriormente conlleva a una baja autoestima. Esto reduce entre otras cosas la probabilidad de que denuncien la violencia que experimentan. Por otra parte, en el espacio público se resalta el odio contra lxs trabajadorxs del sexo desde las posiciones de las abolicionistas y las personas que les apoyan.
La asociación de trabajo del sexo con la prostitución forzada conduce a que se retiren subsidios dirigidos a las personas de la industria del sexo, que pretenden su reconocimiento, lo que tiene un impacto directo en la continuación del estigma y la discriminación contra lxs trabajadorxs del sexo y dificulta la lucha por sus derechos. Desde la perspectiva abolicionista se invisibiliza a lxs trabajadorxs del sexo masculinos, homosexuales y transsexuales, ya que se aplica sólo a mujeres como víctimas del patriarcado.
Y dónde queda el sexo?
Ya en 1917 la anarquista y rebelde Emma Goldmann reclamaba, que lo más importante para lxs moralistas de la prostitución no es el hecho mismo de que las mujeres vendan sus cuerpos [13], sino que lo hacen fuera del matrimonio. [14] Históricamente, lxs trabajadorxs del sexo cumplen una función de «otredad» (Othering). Así son construidas sus identidades sexuales, en contraste con las identidades sexuales blancas. La heterosexualidad puede asumirse como sistema social mediante la diferencia, la construcción social de la «buena esposa» se hace posible sólo por la existencia de la «puta». En este pensamiento dicotómico se puede leer probablemente también la crítica al matrimonio, formulada por posiciones lesbianas radicales. De acuerdo con Linda Singer, se puede establecer una comparación entre estas dos instituciones: el matrimonio y el trabajo del sexo. Ambas serían un intercambio de sexo por formas de pago diversas, representadas en bienes materiales, reconocimiento, legitimidad social, romance o amor. «En contraste con la situación de las mujeres casadas, los servicios son pagados por medio de una moneda comercializable, en lugar de usar formas más místicas como el amor o el afecto. Por lo tanto, ésta operación es más abierta, desmitificadora y honesta” (Singer 2011).
En la perspectiva hegemónica de Europa y los EE.UU. se considera la sexualidad y el dinero como dos opuestos que no se pueden mezclar de ninguna manera – una separación, que se discute ampliamente hoy en día en el contexto feminista: la separación entre el espacio privado y público.
Perspectivas de resistencia
El Comité Internacional de los derechos de lxs trabajadorxs del sexo en Europa (Internationale Komitee der Rechte von SexabeiterInnen in Europa, ICRSE) propone poner en marcha un proceso para reforzar los derechos de lxs trabajadorxs del sexo en Europa. Las organizaciones que trabajan por los derechos de lxs trabajadorxs del sexo también han decidido unirse a nuevos aliados en los derechos humanos, laborales y migratorios.
En Alta Austria (Oberösterreich) entró en vigor en septiembre de 2012, después de muchos años de discusión, la «Ley de servicios sexuales» («Sexualdienstleistungsgesetz» SDLG), que sustituye el anterior código de la policía local. ¿Se pueden esperar realmente cambios, mejor dicho mejoras? Si es así ¿para quién? La representación de lxs trabajadorxs del sexo como menores de edad parece dominar la discusión, ya que lxs trabajadorxs del sexo en general no participaron en la conformación de las leyes, sus realidades fueron ignoradas e incomprendidas. Después de que la ley de servicios sexuales de Alta Austria sigue negándole a lxs trabajadorxs del sexo una forma autodeterminante de ejercicio profesional, para así disponer de la totalidad de los ingresos procedentes de su actividad, ya que el trabajo del sexo sigue siendo prohibido en la propia casa y en la calle. Por tal motivo, lxs trabajadorxs del sexo son, por un lado, empujadxs a la ilegalidad, y por el otro lado, estos adultos son sometidos a una especie de control paternalista por parte de los dueños de los locales.
Aunque los problemas de la discriminación, el estigma y la criminalización no son exclusivamente para este campo de trabajo, lxs trabajadorxs del sexo pueden defenderse por medio de (auto)organizaciones que trabajen por los derechos de los migrantes en general y los profesionales del sexo en particular, y por su despenalización a nivel legal.
«maiz» se compromete desde principios de los años 90 con el reconocimiento de trabajo del sexo como trabajo remunerado, y por lo tanto, contribuye a esta lucha. Hay una permanente «tensión entre el estigma y la auto-empoderamiento» (Bastian / Billerbeck 2010), se trata de explorar las perspectivas posibles y las resistencias subversivas a través de la teoría y la práctica. La estrategia central es «crear un espacio para una organización colectiva de lxs migrantes, bien sea para lxs trabajadorxs del sexo o diversos grupos de migrantes, para poner en común sus intereses y demandas, en la medida que se pone en el centro las similitudes existentes entre las diferentes condiciones de trabajo y de vida precarias, para así poderlas llevar hacia afuera, pues, no sólo creemos en el cambio, estamos trabajando en el! » (Caixeta 2010).
Tal como fue formulado por el Comité Internacional para los derechos de lxs trabajadorxs del sexo en Europa: «Exigimos que nuestras voces sean reconocidas y respetadas, que se nos escuche […] Reconocemos la estigmatización como el punto de unión entre todos lxs trabajadorxs del sexo, y que nos hace una comunidad con intereses comunes – a pesar de la enorme diversidad de nuestras realidades de vida y laborales. Nos hemos unido para darle cara a la estigmatización y su consecuente desigualdad en la confrontación.». (ICRSE 2005)