Fatima Aatar

“Lghorba klat rjal”
Canción árabe

“La inmigración se ha comido a los hombres”, dice una canción en árabe de un cantante tunecino que reside en Italia. Una canción como otras muchas más que expresa las trayectorias migrantes que acaban consumiendo a la gente. Bien podría ser una canción de una cantante belga-marroquí o franco-argelina. La mirada sería la misma. El complejo de inferioridad que atraviesa los cuerpos de los condenados de la tierra, los damné, cuando tienen que emigrar a la metrópolis porque demanda mano de obra dispensable, la misma metrópolis que en un pasado no muy lejano sometió a su pueblo a un infierno y que continúa sometiendo a través de una deuda externa, empresas deslocalizadas, industria extractiva, etc. Es por eso, que rio cuando me dicen que la clase es la que importa, no entienden que raza y clase van de la mano.

Mientras la música comercial occidental narra los sufrimientos del amor romántico haciéndole alabanzas; la música comercial magrebí a menudo está impregnada del sufrimiento que conlleva la lghorba, la migración; de manera que, la propia palabra en árabe dialéctico es capaz de plasmar la intensidad de un proyecto que no es ni querido ni deseado. La música refleja eso que las la palabra no cantada no sabe decir.

Hay quien me puede decir que yo personalmente no he tenido que migrar y tengo los privilegios de ser nacionalizada. Cierto. Como lo es, que eso implica no conocer la naturaleza del racismo, de la colonialidad, que permite que la lghorba y sus patologías acaben siendo heredadas por los hijos e hijas de las persones migrantes. Nosotros también vivimos escuchando estas canciones, sintiéndonos fuera de lugar y echando en falta aquella tierra que no nos vio nacer pero si disfrutando, viviendo… Ni siquiera he sentido la necesidad de que mis padres me expliquen cómo lo vivieron, y cómo lo viven hasta el día de hoy después de más de 20 años, sólo hay que mirar a los ojos para entender todo y nada. Todo porque la propia mirada es capaz de transmitir lo que las palabras no son capaces de hacer. Podría hablar de cansancio, de sufrimiento, de humillación permanente. Pero estas palabras se quedan cortas y la perversa lógica de la colonialidad hace que esto se convierta en lo que precisamente he venido denunciando: anti-racismo moral.

Narrar las experiencias vividas de las migraciones post-coloniales puede derivar en el paternalismo y la condescendencia de quien no lo vive, sobre todo, teniendo en cuenta que la gran mayoría de las lectoras de este medio seguramente será de este perfil. Habrá, quien, extendiendo la lógica perversa colonial en el extremo, sienta empatía porque “Cataluña está ocupada”. No, y aprovecho para recordar, que precisamente Cataluña tiene un largo legado colonialista y esclavista. Por lo que se refiere a nosotros, Cataluña y España forman parte de una misma extensión. Representan, ambas, la cara de la Modernidad. Como dice un antiguo profesor, “si España tiene su Covadonga y su Santiago Matamoros, Cataluña tiene Jaime I el Conquistador”.

Ojalá este escrito sea un lugar común para aquellas personas desarraigadas, el grito que permite coger la mano del Otro, el Otro como tú, que no necesita del reconocimiento del hombre blanco, precisamente porque en la unión del damné hay una ruptura radical con la “dialéctica del reconocimiento imperial”, como dice Maldonado-Torres.

La canción, dice “Klaten rjal”, se refiere a los hombres concretamente. Dudo que sea un masculino genérico. Hay quien pensará que se trata, como no, de machismo. Sin embargo, sólo los hijos y las hijas de las ex-colonias sabemos apreciar esta lectura, sobre todo, los moros. Decía Houria Bouteldja que su hermano tenía vergüenza de su padre, que su padre tenía vergüenza de su hijo, “ninguno de los dos está de pie. Yo levanto su virilidad caída, su dignidad pisoteada, su exilio “. El patriarcado sólo puede ser blanco ya que feminiza los hombres racializados, los inferioriza de manera permanente. Por ello, la migración se come los hombres.

Pero no sólo…

/publicado en La Directa

Fatima Aatar El Achouch, antropóloga de formación y activista antirracista de uMMA (Movimiento Moro Antirracista).