iki yos piña narváez

Entrar a un museo es aterrador. Me genera la misma sensación que cuando iba a la cárcel a visitar a mis familiares. Siento que mi cuerpo está siempre bajo vigilancia, así esté bañada en Body Lava de Fenty Beauty. Como cuerpo trans-travesti cimarrón me veo sumergidx en las pautas disciplinarias de esta institución: el silencio, la persecución por los guardias de seguridad que siempre presuponen que voy a robar. Vaya distorsión del tiempo tiene la blanquitud: aquí, los únicos que han robado son ellos. En nombre de la “cultura universal” y de una supuesta “historia común” construyeron el Museo como parte del régimen-prisión.

Tuve mi primera instalación como artista en 2018. Fue en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac), en una exposición colectiva curada por Carolina Bustamante y Francisco Godoy titulada Todos los tonos de la rabia. Estaba compuesta por un staff de artistas no blancxs y en su mayoría no heterosexuales. Cuando me tocó explicar mis piezas en la inauguración llevaba unos tacones de 20 cm. que me había prestado Alex Medina, una amiga trans de Sudán. Aún no estaba entrenada en runway. Mis piernas temblaban de los nervios, paradx sobre la Avenida de los Reyes Leoneses donde se encuentra el Musac. Estar en la plantación nos hace temblar. Caí estrepitosamente simulando un dip de voguing mal hecho. Todo el mundo aplaudió porque pensaban que era una performance. Me hacía esta pregunta en la cabeza: ¿qué implica caer en la casa del amo? Recordé lo que decía Giuseppe Campuzano en una entrevista con Francisco Godoy: quizás sea necesario “travestirme de museo para travestir al museo”. Durante ese momento, me resonaban también en la cabeza los aplausos inoportunos de los blancos y la frase de Fred Moten: “Blackness is not a performance”. Por instantes tuve asimismo delirios anticoloniales sobre los museos:

I

Año 2046. Me encuentro en casa de mi amiga Guariota, una gran artista afro. Ella juega a Grand Theft Auto (GTA) y todo se reproduce en la realidad. “We choose this future”. El cuadro de Los mulatos de Esmeraldas, pintado en 1599 por el pintor mestizo quiteño Andrés Sánchez Gallque, aparece en las pantallas de la Plaza de Callao en Madrid con un mensaje: “Se buscan”. Los “mulatos fugitivos”, que estaban prisioneros en el Museo de América de Madrid aunque “pertenecían” a la colección del Museo del Prado, emprendieron junto con las hachas taínas y otros artefactos una huida grandiosa, explosiva al mejor estilo de GTA. Una huida no armónica, con soundtrack de funk, rap, reggaetón y afro-beat. En este relato —que hemos extendido en una conversación con la pensadora afrobrasileña Cintia Guedes: “Disputar el futuro siempre fue nuestra acción de persistencia del deseo de vivir”, 2020—, la huida implica pérdida y dolor como el proceso mismo de colonización.

Fotografía: Patricia Vizcaíno

II

23 de julio de 2024, tiempos de la covid-23. Ese  cuerpo negro, difunto que se representa tirado en el suelo en un cuadro del pintor español Fernando del Rincón, desaparece. También desaparece su pierna injerta en el cuerpo blanco que descansa sobre una cama, así como la serpiente. Esta pintura, Milagro de los santos médicos Cosme y Damián (1517), conservada en el Museo del Prado de Madrid, se encontró en este día por tanto con elementos ausentes. El cuerpo negro desmembrado que operaba como cuerpo-protésico, cuerpo-dispositivo que sostiene tanto la vida del cuerpo blanco como “la vida de España”, deja de cumplir el contrato racial. Abandona el cuerpo de la supremacía blanca. Deja de ser propiedad. Se fuga de la prisión-Museo. Al día siguiente, la ciudad amanece en llamas con las iglesias grafiteadas: “Lxs negrxs tenemos todo el derecho de incendiar un país que construímos gratis”, citando un tweet de @solomongeorgio quien hablaba sobre la protestas por el asesinato de George Floyd en 2020. Al igual que ese cuadro del Prado, este país ha sido construido por cuerpos negros e indígenas que garantizaron el Estado de bienestar de la blanquitud española. “We don’t choose this future”.

III
Tengo 7 años, estamos en 1992 y me encuentro en Baltimore junto a Fred Wilson, artista negro estadounidense que ha decidido “minar / hacer minería” en el museo de la ciudad. Para realizar su intervención Mining the museum, desempolva críticamente elementos del pasado colonial: finas obras de platería de los siglos XVII-XVIII, pero también grilletes de personas esclavizadas  de la misma época. Estamos en el Quinto Centenario, justo cuando se cumplen 500 años de la Invasión española de las tierras de Aba Yala y el Caribe, preludio de la trata esclavista ejecutada por Europa. Wilson pone en tensión ese pasado esclavista que es también presente.

IV

2018. Con el colectivo Ayllu realizamos varias acciones de sueños anticoloniales en distintos museos. Nunca pensé que llegaría a estar en el Archivo General de Indias de Sevilla. Cuando estudiaba en 8º grado, mi profesor de Historia nos contó que había viajado a España para visitarlo. Fue entonces cuando escuché hablar por primera vez de ese “fantasioso lugar”. España sigue llamando “Las Indias” al territorio de Abya Yala y el Caribe, reproduciendo así la fantasía colonial, esa fabulación que mantiene a España en la negación de su pasado colonial. Fantasear no significa olvidar, significa reelaborar las narrativas del dolor. Retornar lo arrancado. Devolver lo robado. España es especialista en devoluciones en caliente, estrategia política del sistema de control migratorio que implica la expulsión y devolución de personas migrantes en el instante en el que atraviesan la frontera del Estado. España devuelve a los cuerpos “que no pertenecen” a este territorio, pero aún no devuelve todo lo que no pertenece a este territorio.

V

Estamos en 2020, año de la covid-19. “We don’t choose this future”. La blanca y colonial pandemia siempre existió. El tiempo postpandémico no existe para nosotrxs porque hemos vivido desde hace siglos en este mundo pandémico antinegro, antiindígena y antitrans. Nosotrxs sabemos que “there are black people in the future” (Alisha B. Wormsley) porque “el amor y la libertad negra residen más allá del cuerpo” (Walidah Imarisha: “Rewriting the Future: Using Science Fiction to Re-Envision Justice”, 2015). No hay espacio o tiempo que nos contenga, no hay Museo que nos encarcele porque siempre nos fugaremos. 

Los delirios que experimenté en mi caída no han desaparecido. Son delirios intermitentes de abolición de las prisiones y de los centros de internamiento para extranjeros, son delirios incendiarios de los monumentos coloniales que reafirman  la supremacía blanca-cis-heterosexual; son deliros que pretenden “asaltar” los museos en tanto dispositivos carcelarios de nuestras memorias robadas.

*Las ilustraciones han sido concebidas por iki yos piña narváez y montadas por Nayare Soledad.

iki yos piña narváez funes. Afrocaribeñx, no binario, diaspóricx. Escritxr, performer, artista visual. Investiga archivos anticoloniales y sobre el pensamiento radical negro. Trabaja sobre su propio cuerpo, en conexión con el Caribe Negro. Investiga temas relacionados con la black memory, prácticas anticoloniales en zonas del caribe. Forma parte del colectivo de investigación artística Ayllu.