Encuentro de jovenes originarios
San Antonio de los Cobres – 13, 14, 15 de enero de 2017
A Finales de la segunda semana de Enero pasado, desde distintos puntos nos dimos cita en San Antonio de los Cobres varios y varias jóvenes que reivindicamos nuestras identidades originarias, esas identidades ubicadas a la periferia de las grandes ciudades. Esta reunión se caracterizó por realizarse alejado de las grandes urbes, donde suceden los grandes congresos y las manifestaciones multitudinarias, se hizo en un territorio que aún resguarda voces y silencios ancestrales, en un rinconcito alejado que sangra por el Dios progreso pero que aún a pesar de las heridas se levanta con la fuerza de la Tierra.
Este evento fue llevado adelante por corazones originarios de distintas latitudes que sienten el llamado de nuestra Mapu, de nuestra Pacha, de recuperar nuestras costumbres antiquisimas, y nuestros saberes ancestrales, despreciados por la Sociedad de consumo.
Este Encuentro fue para nuestras hermanas y hermanos, y como tal no tenia más objetivo que el encontrarnos, que conocernos, que (re)conocernos, que entendernos, que hermanarnos, que compartir(nos) así nos lanzamos a la hermosa tarea de la pedagogía colectiva para fortalecer nuestras identidades.
El viernes 13 llegó al pueblo una comitiva que acercaba a hermanxs de distintos pueblos originarios, que vinieron a esta compartición, junto con ellxs y con los hermanitxs que nacimos en esas tierras nos fuimos el sábado 14, bien tempranito, con cansancio producto del viaje, del trabajo realizado hasta ese momento, con ojeras por haber dormido poco, pero también con mucha convicción y energía al Alto de los Patos para dar inicio al Encuentro con el recibimiento al sol, al Tata Inti, para purificarnos, y fortalecer nuestras espiritualidades, para que nuestras actividades sean acompañadas por la dualidad cósmica, por el universo.
Desayunados, fortalecidos empezamos los talleres; en primer lugar tuvimos el taller de ReIndianización, facilitado por un hermano mapuche que venía desde Mendoza, que lleva adelante, junto a otros hermanos, la reconstrucción de sus identidades a través de la recuperación de las historias de los pueblos, las historias no oficiales, esas historias, en su mayoría orales, que nos llevan a interpelar la hegemonía de los Estados-Nación y entender el genocidio perpetuado sobre nuestros pueblos, una tarea ardua, imposible de cubrir en un par de horas, pero que se pudo empezar a vislumbrar desde este espacio.
Inmediatamente después del almuerzo, nos embarcamos a Descolonizar los sonidos, un taller pensado con el objetivo de recuperar la riqueza de nuestras músicas, las que nos brinda la naturaleza, y la que nuestros ancestros ofrecían en señal de gratitud u ofrenda. De la mano de una hermana mapuche, empezamos a desandar los sonidos de distintos pueblos y también a problematizar las representaciones que se hacen de nuestras culturas, tanto aquellas representaciones que sirven para nuestro fortalecimiento como aquellas que erosionan nuestras identidades.
Después de una merienda rápida y entre mates dulces y no tan dulces, una hermana del mismo pueblo que nos cobijaba, hija y defensora de esos territorios nos introdujo en el taller de Identidad Gastronómica. En un primer instante, ella y su Tío (hijo de esas tierras también) iniciaron un diálogo que sirvió como una especie de viaje temporal hacia un San Antonio de los Cobres más joven y en el cual sobrevivían costumbres de nuestros antepasados, y en donde la alimentación aún mantenía los resabios de la cultura ancestral, sin productos, químicos, sintéticos y serializados. En la segunda parte de este taller, se realizó una interpelación colectiva por medio de la cual pudimos entender la urgencia de recuperar y resguardar nuestra alimentación originaria, la necesidad de volver a trabajar la tierra y la utilidad de reconocer que lo que comemos no es nuestro ni nos hace bien.
Alrededor de las 19 horas dimos por finalizada la primera jornada del encuentro, después de la cena nos dimos un espacio para la interacción con el objetivo de fortalecer el encuentro a través de (re)conocernos como hermanos que somos, compañeros en la misma lucha.
El domingo 15 empezamos alrededor de las 10, después de desayunar bien nos aventuramos a Descolonizar Nuestrxs Cuerpos, en un espacio facilitado por un hermano del mismo pueblo y una hermana migrante, de otras latitudes de la ficticia América. Ambxs pensaron un taller para empezar a pensar nuestrxs cuerpxs desde nuestras trayectorias vitales, desde las periferias negras o indias a la que nos empuja la hegemonía blanca. El objetivo vivo e inacabado de este taller era empezar a rumiar las representaciones que nos hacemos de nuestras corporalidades atravesadas por multiples condiciones (de clase, de raza, de género, etc), y problematizar (para empezar a combatir) la homofobia, la transfobia, la xenofobia, el racismo. Un taller muy complejo que sirvió para fortalecer nuestros sentires.
Después de almorzar, iniciamos una ronda de la palabra en la que cada unx de lxs que formamos parte del encuentro compartió la experiencia que le dejaba este Encuentro y las propuestas que surgían después de este sacudón que pretendíamos como jóvenes.
Manteniéndonos fiel a como se hizo el encuentro, con mucho trabajo y autogestión, le dimos la pincelada final a nuestra reunión coloreando la remeras que nos vistieron y las pancartas y estandartes que gritaron por nosotrxs. Alrededor de las 18 horas de un Domingo apacible, embanderadxs en nuestros harapos, confeccionados con las más firmes de nuestras convicciones, empezamos a caminar las callecitas de un San Antonio de los Cobres silencioso y apaciguado. Al ritmo de la trutruca, de las quenas, y de las cajas, con coplas en las voces de nuestras hermanas, y con las consignas de las luchas de nuestros pueblos dábamos por finalizado el Encuentro, en el asfalto quedaron las huellas de este caminar, los dibujos a fuerza de aerosol que indican que los jóvenes se animaron a levantarse con la fuerza milenaria de nuestros abuelos y nuestras abuelas que acompañaron y nos acompañan. Llegando al final de nuestro recorrido, lxs chicos de la phukuna (agrupación de niñxs que descubrieron la hermosa música andina y la practican desde pequeñxs) se sumaron a nuestro montoncito para vociferar que ya son cinco los siglos que vamos resistiendo, y quizás eso es lo que queda de esta hermosa celebración, el entender que a pesar del empobrecimiento, del saqueo identitario, de la soledad a la que nos condenan, de la contaminación que nos regalan y de la impostura que nos venden seguimos luchando, el entender que a pesar del genocidio “aún estamos vivos”.
Hacemos un punto aparte para agradecer a todxs lxs que con su granito de arena colaboraron a que este sueño se despierte, a los trabajadores y trabajadores de la municipalidad de San Antonio de los Cobres y de Tolar Grande, a las radios que nos ayudaron a propagar este grito, a los comunicadores de a pies que difunden y comparten este sentir, y a todxs aquellos que desde su lugar nos empujan a caminar.