Sirin Adlbi Sibai

Porque urge y es imperativo moral y ético decir con claridad, sin rodeos y de manera directa y atrevida las cosas tal y como son y porque nuestras voces están siendo invisibilizadas, ignoradas y silenciadas, es necesario recordar que a partir de marzo de 2011 en Siria lo que surgió fue una revolución pacífica y legítima de una amplia y aplastante mayoría de nuestro pueblo por la justicia política, económica y social y en contra del régimen corrupto, sectario y mafioso que ha gobernado Siria por cerca de medio siglo, guardando a Israel unas fronteras bien estables y seguras en contra de su falso discurso de resistencia y anti-ocupación.

Esta revolución pacífica duró dos años antes de que la salvaje respuesta de brutal represión del régimen con sus apoyos internacionales de Rusia, Irán y Hezbollah la condujeran hacia el derrotero de la militarización. Nuestra revolución, que nada tiene que ver con una guerra civil, ha sido secuestrada por numerosas potencias internacionales para implementar sus agendas geo-estratégicas, geo-políticas, geo-económicas y geo-ideológicas, no solo en Siria, sino en toda la región y es más, también en territorio intra-europeo y estadounidense.

Desde el comienzo de nuestra revolución el régimen de los Asad llevó en nuestra contra una brutal guerra mediática donde a los activistas y a los manifestantes, que no éramos sino la población civil, se nos catalogaba de terroristas radicales y peligrosos a los que, por lo tanto, era necesario reprimir. Esa fue la coartada del régimen para aplastar nuestra revolución y reprimir al pueblo sirio brutalmente mediante el empleo de todo tipo de violencia y armas convencionales e ilegales; algo que, por supuesto, no hubiese podido llevar a cabo de ninguna manera sin el apoyo logístico y armamentístico desde el primer momento de Rusia, Irán, el grupo terrorista Hezbollah y las milicias chiitas iraquíes enviadas por el régimen sectario de Bagdad que no hay que olvidar que fue el resultado de la intervención de EEUU y sus aliados en Iraq. Sin olvidar tampoco a los chiitas radicales de Afganistán que están luchando en las filas del régimen sirio. Éstos son los principales aliados del régimen para resguardar sus intereses en Siria y en la región.

Por lo tanto, ya desde un primer momento hubo injerencias en Siria. El hecho de no ser occidentales no las hace ni menos extrajeras ni menos coloniales, como parece sostener ese “no a la guerra” que amplios sectores de la izquierda, sobre todo, sostienen y que sólo denuncia la implicación occidental y silencia al resto de implicados que llevan ya casi cinco años cometiendo un genocidio contra el pueblo sirio y que nos lleva a pensar que poco tiene de filantrópico y más de posicionamiento y legitimación de la salvaje dictadura de los Asad. Esos mismos sectores que desde el comienzo deslegitimaron nuestra lucha en nombre de una supuesta conspiración que habría diseñado los movimientos revolucionarios previamente a su inicio desde los despachos de Washington y en cuyo discurso es implícito un racismo que niega la capacidad y posibilidad de agencia de los sujetos árabes y/o musulmanes, que supuestamente como “marionetas” somos arrastrados, empujados y manipulados por los intereses del imperio, así como nos niega la capacidad de autogestionar nuestros propios procesos de independencia y de liberación. Discursos que, por descontado, ignoran profundamente las dinámicas socio-políticas, históricas y geográficas de los países de mayoría de población árabe y musulmana.

En el tercer año de la revolución “se introduce” por parte de más de un actor el elemento de Daesh, pre-existente en Iraq, y se supone que como oposición a éste una primera respuesta de intervención coordinada en contra del autoproclamado Estado Islámico que, liderada por Obama y conformada por más de treinta países, entre ellos Francia, formarán una Coalición Internacional.

El 30 de septiembre de este año comienzan también de manera oficial y abierta los bombardeos rusos sobre Siria, en nombre, también, de la lucha contra Daesh, que no se materializa, sin embargo, más que en el bombardeo de posiciones del Ejército Libre (según numerosas fuentes solo el 5 % de los bombardeos rusos tienen por objetivo DAESH), en el avance del autoproclamado EI y en el asesinato de un gran número de civiles.

Los atentados en París fueron precedidos de atentados en Líbano, en Egipto y por supuesto, en Iraq y Siria a diario, pero parece ser que no es trascendente, ni los muertos de un lado del mundo valen lo mismo que en el otro lado. Algo que confirmó Obama con su condena a los atentados en París como un crimen contra la Humanidad, frente al silencio sepulcral en referencia a los supuestos atentados de Daesh en el resto del mundo no occidental, consagrando de este modo el viejo y colonial concepto de Humanidad amputada que no integra a dos terceras partes del mundo.

Estos atentados, que fueron llevados a cabo por supuestos terroristas franceses y belgas, van a suponer un nuevo giro que se materializará en apenas transcurridas 48 horas desde los atentados, en un bombardeo masivo contra las supuestas posiciones de Daesh en al Raqqa, que por el contrario, no se saldarán más que con la vida de cerca de 300 civiles en una sola noche, sin afectar en nada ni a Aesh, ni a su avance. Además de que irán seguidos de una retahíla de discursos oficiales retrayéndose en lo referente a declaraciones y posturas anteriores de recepción de los refugiados y la subsiguiente cerrazón de las fronteras. Y por supuesto, una escalada sin precedentes de los discursos islamófobos, además de numerosas agresiones contra musulmanes en varios puntos de Europa.

A partir de aquí vemos como Francia se moviliza ampliamente en busca de una amplia coalición internacional en la que esta vez, cabrían no sólo Rusia e Irán, sino el propio régimen, para luchar contra el gran espantajo de Daesh, responsable del asesinato del 0,91 % del total de personas que han muerto en el conflicto, frente al 95,96 % de personas asesinadas del que es responsable el régimen de los Asad, según la Syrian Networks for Human Rights. Lo cual da mucho que pensar sobre lo que se esconde detrás de la identificación de Daesh como “la máxima amenaza”. Cabe preguntarse ¿De qué? ¿Para quién?

Si observamos hacia dónde se dirigen los movimientos de unos y otros bandos en nombre de la lucha contra el terrorismo global vemos que los resultados son: primero, la permanencia en el poder y refuerzo de la dictadura, representante y fiel velador por los intereses de varios actores extranjeros y coloniales implicados; consolidación de la política del miedo en Occidente, erosión paulatina de los derechos fundamentales que tantos sacrificios costaron, regulaciones racistas, islamófobas y anti-democráticas al interior de las fronteras europeas y no sólo de cara a cerrar las puertas a los refugiados sirios sino también con las comunidades musulmanas y con las inmigrantes. También podemos entender que Daesh no ha sido introducido en el tercer año de la revolución para acabar con el Asad, sino más bien para acabar definitivamente con la revolución y perpetuar una guerra de desgaste y probablemente un proceso brutal de balcanización y un segundo acuerdo Sykes-Picot en toda la región. En todo esto, Irán y su proyecto imperialista es uno de los actores más claves en todo el proceso, aunque se hable poco o a veces nada de ello y de ahí la demonización mediática de los suníes y su asimilación a estos grupos terroristas radicales y a la autocracia de Arabia Saudí.

Lo que está pasando en Siria no tiene nada que ver con una guerra civil, se trata de una guerra de intereses geo-políticos, geo-estratégicos, geo-económicos y geo-ideológicos que se enredan complejamente y que se libra entre diferentes potencias mundiales en Siria, de la que la elite corrupta, mafiosa, sectaria y genocida en Siria es cómplice absoluto. Lo que ha quedado claro, desde luego, es que el único interés compartido de todas las diferentes potencias implicadas con toda la diversidad de sus agendas sobre el terreno, es el de no permitir al pueblo sirio, como al resto de pueblos de la región, ni levantar la cabeza, ni su derecho legítimo de autodeterminación libre e independiente.

Desde el punto de vista del apoyo en nombre del realismo político de los países occidentales tanto a las dictaduras árabes como a diferentes grupos terroristas y a la clara y explícita ya apuesta de no democratización de los países de mayoría de población árabe y musulmana, esto se relaciona intrínsecamente con la naturaleza del sistema global reinante en el que nos hayamos insertos todos y todas. Es simplemente insostenible, en todos los términos posibles, la democratización de todos los países del mundo simultáneamente en un sistema-mundo moderno/colonial racista/capitalista/patriarcal, blanco/militar cristianocéntrico y occidentalocéntrico, basado en la intrínseca explotación y sustracción estructural, sistemática e institucionalizada de los bienes humanos, materiales, culturales y espirituales de dos terceras partes de la humanidad para el beneficio de una tercera minoritaria parte de la humanidad.

Ante este panorama de caos y de terror sólo nos queda esperar, por lo tanto, la reproducción infinita de más caos y más terror que, como ya hemos visto en París, aunque obviamente salvando las enormes e incomparables diferencias respecto a cifras, no se limitará a las fronteras de la región de países de mayoría de población arabo-musulmana, sino que la violencia nos salpicará también al interior de las fronteras occidentales.

Efectivamente, se trata de “sus guerras”, las de los intereses de las élites políticas corruptas globales que quieren controlar, manipular, explotar y aniquilar la vida, en nombre de la vida, a expensas de nuestra propia vida. Y se trata de “nuestros muertos”, los de las poblaciones de una y otra parte del mundo, aunque repito, salvando la diferencia de cifras, porque casi medio millón de personas asesinadas sólo en Siria, es un número “sensiblemente” mayor que el de las 132 personas asesinadas en París, al menos para los que entendemos el concepto de Humanidad, sin amputaciones, sin nacionalidades, sin culturas, sin religiones y sin ideologías.

/publicado en Viento Sur, diciembre 2015

Sirin Adlbi Sibai (Granada, 1982), pensadora musulmana decolonial. Arabista y especialista en Teoría Política. Miembro del equipo de investigación del TEIM-UAM. Activista sirio-española opositora a la dictadura siria. Autora de numerosos artículos sobre feminismo e Islam, revoluciones árabes, islamofobia y pensamiento decolonial. Es igualmente autora del ensayo «La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial» (Akal, 2016).