Trabajo sexual y migración. Conversatorio con Laura Agustín
[foto: Sabrina Sánchez y Laura Agustín durante el conversatorio en t.i.c.t.a.c.]
El 24 de mayo de 2018, t.i.c.t.a.c. junto con Aprosex organizamos una charla con la antropóloga Laura María Agustín, que se dedica a estudiar el vinculo que se construye entre la cultura y los trabajos “postcoloniales” en relación con el trabajo sexual, la migración, las economías informales y la teoría feminista.
En su libro “Sexo y Marginalidad. Emigración, mercado de trabajo e industria del rescate» Laura Agustín indaga sobre la intersección de dos grupos, aquellas personas que migran a Europa para trabajar en el sector de las labores domésticas, sexuales y de atención a personas y aquellos individuos que trabajan en el sector social con lxs migrantes, llamados agentes sociales, que de manera voluntaria o percibiendo un sueldo, se empeñan en mejorar la vida de los demás. Como es el caso de lxs trabajadorxs sociales, diseñadorxs de politicas, personal religioso, académicxs empleadxs de ONG, etc.
“Por lo general ellxs aceptan el discurso de la “prostitución” como un hecho, y a la prostituta como una víctima, no como un producto social. Ellxs se ven a sí mismos como benévolos cooperantes en lo que les resulta una maniobra natural.”[1] La autora cuenta que esta postura blanca europea es producto del Estado de bienestar y corresponde a aquellxs funcionarixs de clase media que se ven capacitados para “ayudar”, controlar, aconsejar y disciplinar al “pobre” que desobedece la norma. Estamos hablando desde quitarle lxs hijxs a lxs migrantes porque no lxs educan dentro de las normas occidentales hasta como controlar las conductas sexuales, sobre todo de las mujeres. En este ejercicio de la gobernabilidad, estxs “seudofuncionarixs” niegan la soberanía intelectual y física a lxs migrantes que estructuran una estrategia para ganar dinero en Europa con el trabajo sexual. Para las funcionarias de servicios sociales, las prostitutas son victimas del tráfico o usuarias de los sistemas de prevención del Sida, el interés de los agentes sociales se reduce al uso del condón y a prevenir las enfermedades de riesgo, por otro lado la preocupación esta pues más en el control de la epidemia, que en la salud de las trabajadoras.
En “Sexo y Marginalidad” también se cuestiona como se construye el discurso sobre el migrante, y el sujeto que encarna esta tipificación. Deconstruir la mirada sobre el migrante es un ejercicio que se plantea la autora, para poder entender la capacidad subjetiva de las mujeres que migran hacia los paises ricos de la Europa Fortaleza, así como las políticas de “integración” que generan mayor frustración en la comunidad migrante. El grado de requisitos es excesivamente alto, tanto en lo cultural como los requerimientos de estudios o de permanencia en el país, tal es así que ni lxs oriundxs del lugar lo podrían justificar, para admitirlos como ciudadanxs. El examen de nacionalidad en España es un claro ejemplo de barreras legales, como también el engorroso sistema de citas a nivel burocrático que hace que lxs migrantes vivan en un miedo constante por su seguridad y su legalidad.
Silenciadas y en el umbral de la ciudadanía, las trabajadoras sexuales, tienen claro que constituyen un sector que debe organizarse para enfrentar la falta de derechos y la estigmatización. La autora desmitifica y lucha contra los prejuicios hacia las trabajadoras del sexo. El libro tiene como objetivo deconstruir algunos dispositivos de poder ejercidos por funcionarixs, trabajadorxs sociales, iglesia, voluntarixs de ONG, etc. que colocan a migrantxs/trabajadorxs sexuales como objetos pasivos de su propio proceso migratorio, ya que lxs trabajadorxs sexuales son excluidxs de los relatos y de los estudios migratorios, así como lxs migrantes son considerados segregados, poco creativos y nada sofisticados.
Alejandra Ferradas