El transfeminismo, lo queer, los espacios libertarios han sido un hogar para muchxs de nosotrxs, pero un hogar fallido, donde aquella supuesta comunidad salta por los aires al ver cómo se perpetúan estructuras de desigualdad.

Hablamos de economías que tienen que ver con la legitimidad de la palabra, con el derecho a ser escuchadxs, con economías de la atención, del afecto, de la confianza y del cuidado y con otras dimensiones tan materiales como el mínimo acceso a una vida digna.

Hemos vivido el uso y el abuso de nuestra presencia, la cosmética de la integración, el paternalismo de quienes en un escenario de destrucción racista exigen primero nuestra deconstrucción, que aprendamos a hablar, a callar, a comportarnos, a plegarnos a sus formas de organización, a comer como se debe o a desarmar nuestros altares, nuestras espiritualidades, como exige la pulcritud de una sociedad racional y atea.

Hemos visto cómo rápidamente quienes nos agreden se convierten en víctimas si les respondemos, hemos visto cómo nuestro legítimo enfado automáticamente nos convierte en violentxs. No son casos aislados, es un práctica que legitima la violencia sobre los cuerpos no blancos, no blanqueados, sobre el cuerpo migrante, que incluye también códigos de fidelidad y pactos de silencio colectivos.

Hemos visto cómo la falta de papeles, la ilegalidad que muchxs vivimos es circunscrita a un problema personal, un tema anecdótico o secundario, de broma o en los más deplorables casos como un posible negocio. Vergüenza.

Ustedes son precarixs, nosotrxs hemos tenido que ver la miseria. Nosotrxs nos empobrecemos, ustedes aún reciben herencias. Ustedes se acomodan, nosotrxs habitamos la incomodidad. No se trata de un concurso de pobreza o precariedad, se trata de ver que hay una estructura que se llama supremaCISmo blanco y colonialidad que excede el voluntarismo y el buenrollismo.

Hemos visto la naturalidad con la que se articulan o perpetúan espacios casi en su totalidad euro-blancos cuando sus bases son contextos barriales hermosamente complejos en su pluralidad étnica, racial y de origen. 

Hemos visto cómo construyen imágenes para la historia –para su historia–, para sus instituciones, centros sociales, para sus cooperativas, para sus colectivos supuestamente afines, aliados y esperamos que estas fotos que nos borran y nos minorizan sean en un futuro una vergüenza para todxs, una muestra de la cohesión de la blanquitud, de la segregación y del racismo.

Hemos visto a un gran espectro de la izquierda euroblanca no poner nunca líneas rojas en materia de migración y de racismo. Nunca un tema prioritario, nunca un tema innegociable, siempre un antirracismo moral, buenista, lavador de la mala conciencia, decoración hipócrita y moneda de cambio. Vemos claramente cómo le han pavimentado caminos a la extrema derecha, cómo legitiman la masacre en el Mediterráneo, por la cual rasgan vestiduras.

“Mataron solo cuatro indios” decía hace poco un asqueroso socialista. Abriremos nuevos CIEs, dice el Presidente. ¡Con este tipo de gente no hay alianzas posibles! 

Que vergüenza ajena que duerman tranquilxs en una ciudad aún infectada de símbolos racistas y coloniales. Que vergüenza que los saquen, después de mucho insistir, pero sin darle la palabra a los colectivos ni mencionar la palabra racismo.

Que vergüenza que vivamos en una ciudad que tiene una cárcel para indocumentados. A minutos del centro de la ciudad. Y peor aún que muchos activismos LGTBIQ* no hayan priorizado la lucha por su cierre y que nadie vea a las personas encerradas como presas políticas.

Qué vergüenza que se sigan criminalizando las economías de resistencia, la lucha de los compañeros manteros, la lucha putx.

Nos alegra el aniversario de Stonewall por ser un hito negro y trans. Denunciamos su blanqueamiento, su higienización racista, su cooptación por parte de quienes siguen viendo el mundo como territorio de conquista.

A nosotrxs nos toca recrear esa otra memoria anticolonial, negra, indígena y mestiza, esas otras sexualidades y géneros que muy lejos del binarismo occidental o de otras fórmulas igualmente vanguardistas, universalizalizables y nuevamente coloniales, nos hablan de otros recorridos posibles, de otros sures, de otra posible interacción no supremaCISta blanca.

Somos la memoria del genocidio negro e indígena, de sus sexualidades y géneros torcidos para la mirada del colono. Recordamos aquellos cuerpos masacrados a dentelladas de perros por Núñez de Balboa, recordamos a los weyes mapuches, la complejidad del Chaco y de la amazonía, los múltiples géneros sioux, muxes, nawikis, yoruba, hijra, entre muchas otras comunidades sobre las que persiste la violencia y las operaciones de borrado y silenciamiento.

Somos una memoria viva que llega a nuestro presente atravesando siglos de resistencia. Somos hoy la resistencia a una geopolítica sexual que pretende diseñar un futuro global dirigido nuevamente desde el norte, ese norte blanco que se autorretrata una y otra vez a punta de lanza de proyectos civilizatorios. 

Tenemos digna rabia, pero también digna alegría, alegría de saber que podemos encender aquí nuestro fuego, nuestras memorias ancestrales del placer, un fuego que abriga nuestros cuerpos desbordantes, un fuego que hará estallar desde dentro los imaginarios racistas de este llamado primer mundo, una farsa llena de violencia.

Somos la memoria de un Stonewall negrx y trans, mestizx, barriobajerx, putx, la resistencia hoy desde los barrios, la acción antirracista directa ante la emergencia, la solidaridad real, material y concreta, el activismo de los cuerpos en diáspora, los tejidos del cariño y del placer que nos siguen entregando nuestras diosas, somos lxs migrantxs antirracistas que recuperamos sin retorno nuestra propia voz.

SOMOS EL FUEGO QUE LA COLONIA NO HA PODIDO APAGAR

FUEGO MIGRANTX
BLOQUE MIGRANTX ANTIRRACISTA
ORGULLO CRÍTICO
BARCELONA 
JUNIO 2019