Devuélvannos el oro: una introducción
Los españoles nos cambiaron oro por espejos en la conquista y colonización. Los colonos españoles intentaron engañarnos con un plan que consistía en eliminar nuestras formas de vida, la explotación del territorio, el robo del oro, la plata, el cobre. Aplicaron la esclavización, la extirpación de idolatrías y la imposición de la modernidad blanca occidental como proyecto al que acceder. Nos robaron el oro y nos quisieron robar la vida.
Devuélvannos el oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales es un libro que refleja poco más de un año de trabajo como colectivo Ayllu[1], donde hemos intentado poner en valor voces, imágenes y cuerpos de personas migrantes, negras, sudacas, disidentes al régimen heteroblancocéntrico español. Devuélvannos el oro es un grito de dolor desde nuestra aún no cicatrizada herida colonial. Es el grito también que muestra que estamos vivxs, que hemos sobrevivido aunque los colonos y neocolonos no lo esperaran, y que hermanadxs en el ayllu, gritamos el dolor, bailamos la rabia -si hace falta, echando maldiciones mientras bailamos- y resistimos desde el goce.
Este libro, así como su exposición homónima, parte de nuestra experiencia colectiva de cuerpxs migrantes y críticxs con el régimen político de la blanquitud. A través de registros poéticos, ensayísticos y visuales, escupimos la rabia antirracista sobre relatos e instituciones blancas buscando sanar y abolir el régimen moderno-colonial de género que nos oprime. Al escupir la rabia decidimos hablar, aunque nuestras palabras y cuerpxs no sean bienvenidxs. Porque callando seguiríamos teniendo miedo, como nos enseñó la vieja Audre Lorde. Y hablamos con la palabra, pero también con el gesto, el error y el cuerpo que vibra. Somos eso molesto que grita, que no tiene modales, que para el blanco habla solo desde la “experiencia”: nuestros registros no son parte de la veracidad científica blanca ni son la verdad universal ni pretenden explicar el mundo.
Como las voces chillonas y músicas que se bailan a altos decibeles, nuestras voces molestan a los vecinos blancos, hijos ellos de la moderación. Estas voces se presentan como ruptura incivilizada. Devuélvannos el oro se introduce así en un espacio de ruptura que no es ni la voz acallada ni el grito de la autoridad blanca, buscando la oposición al discurso de la “otredad” a partir del cual la ex metrópolis colonial -la necrópolis- nos ha situado en el lugar de lo salvaje, lo incivilizado y lo monstruoso.
El libro recopila así múltiples voces no blancas que, en su mayoría, habitamos en Europa y en particular en el reino de España. En un ejercicio de “aprender haciendo”, dichas voces y cuerpos hemos construido conjuntamente una serie de encuentros a modo de conversatorios y talleres no-mixtos de personas migrantes y racializadas. En ellos hemos recuperado formas de saber que no solo pasan por la palabra sino que por el reconocimiento cara a cara en la no-blanquitud y la complicidad de ancestralidades que nos habitan y que Occidente ha intentado borrar. Saberes ancestrales que a partir de ese reconocimiento colectivo pueden decirse. Hemos aunando trabajo manual y trabajo intelectual, aprendiendo con el cuerpo desde toda su extensión, poniendo en cuestión la racionalidad y la continuidad lineal que propone texto-lectura-escritura. Como nos enseña el pueblo nahua, hemos pensado con el cerebro, el corazón y el hígado, los órganos del pensamiento.
La complicidad antirracista ha dado un pequeño espacio de presencia a voces que habitan las periferias del conocimiento blanco. Voces tan disímiles, pero que dialogan en sus modos de hacer antirracista, como las de Yuderkys Espinosa Miñoso, Nahuala y Daniela Ortiz, que se encuentran con las poéticas rabiosas de otras tantas compañeras como Nayare Montes, Gabriela Contreras, Vicky Boisan, Caborca Lynch, Sofía Perdomo y Gabriela Weiner, entre otrxs. En la construcción del libro, los diferentes registros de escritura o intervención visual se han interrelacionado al modo de una trenza, respondiendo críticamente a la jerarquización occidental de cuáles escrituras son conocimiento y cuáles son simples testimonios; en este sentido planteamos un corrimiento de las formas normativas de conocimiento racionalista e intelectualocéntricas. Así también, la interrelación de estos contenidos da cuenta de un diálogo intergeneracional donde ponemos en cuestión la autoridad adultocéntrica, al escuchar las voces de nuestras hermanas milenials no blancas[2] que reflexionan y accionan sobre el racismo que experimentan de manera cotidiana. Todos estos trabajos convergen en la necesidad de construir un conocimiento situado en relación a la larga memoria colonial que se sigue reproduciendo a través de dispositivos de perpetuación de la supremacía blanca. Es así que entendemos esta publicación como la puesta en común de modos de vivir donde inventamos conceptos y formas de respuesta a la blanquitud como estrategia de sobrevivencia y reinvención de los cánones del saber, la verdad e incluso la belleza: no olvidemos que los cuerpos no blancos hemos sido históricamente objeto de consumo y desecho por parte del cuerpo blanco. Cada vez que amamos a unx blancx, la geopolítica del poder occidental se reproduce en la cama. Así también, cada vez que unx sudaka cuida lxs viejxs y niñxs de las familias europeas, dejando a lxs suyxs, se reactualiza la colonialidad en la distribución de los cuerpos que merecen ser cuidados y los cuerpos a quienes corresponden las tareas de servidumbre.
Confrontamos la imposibilidad del habla impuesta por el colono como una forma de afrenta de quienes migramos y decidimos no agachar sumisamente la cabeza. “Devolver el oro” no es entonces una confrontación al reino de España desde la lectura capitalista de los metales preciosos robados del Sur global, sino que una necesidad de devolución de todas las vidas, cosmologías, epistemologías y sexualidades que Occidente, y en particular el Imperio español, nos ha querido robar. Al gritar “Devuélvannos el oro” queremos la recuperación de lo arrancado, la presencia de lo que no existente, de lo que intentaron borrar, de las vidas fugitivas, los cuerpos desterrados, los penachos, elekes y dioses secuestradxs, las ánimas perdidas, los frutos prohibidos, los manatíes y aves enjauladas, la sangre derramada, los cantos silenciados, el oro, la plata, los diamantes, la caña de azúcar, la papa, los vicios, las idolatrías extirpadas. Devuélvannos el oro es entonces recordarle al blanco que le conocimos a partir del rapto, el saqueo, la violación, y que esta violencia se reactiva cada día. No hay perdón ni olvido. La reparación que exigimos no es moneda de intercambio.